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Filosofía de la historia versus cientificidad de la Historia, F. Martínez Roda

Federico Martínez

Federico Martínez Roda

 

Filosofía de la historia versus cientificidad de la Historia

    por Federico Martínez Roda

 

 

 

 

El concepto de historia

El análisis del concepto Filosofía de la historia exige una previa consideración del concepto de historia porque en lengua española tiene un significado dual, es decir tiene dos significados relacionados pero que exactamente no son el mismo. En primer lugar, historia que se podría poner en minúscula, significa la totalidad del pasado humano, que en inglés se diría story y que se podría traducir por historia-realidad. Por otra parte, Historia con mayúscula, cuya traducción al inglés sería History , significa la disciplina académica que estudia ese pasado a la que se podría denominar Historia-conocimiento.

A estos significados responden las definiciones amplias de la Historia de historiadores de referencia como la de Henri Marrou (1904-1977), para quien “la Historia es el conocimiento del pasado humano”[1], la de Marc Bloch (1886-1944): “El objeto de la Historia es esencialmente los hombres en el tiempo”[2] o la de Raymond Aron (1905-1983) que introduce la palabra ciencia en la definición: La Historia es, pues, la ciencia del pasado[3]. Todos ellos subrayan la dimensión temporal y la dimensión social o humana por lo que se puede concluir que la historia-realidad sería la sucesión de acontecimientos mientras que la Historia-conocimiento sería el resultado de la investigación de los vínculos causales entre dichos acontecimientos.

El origen de la expresión «filosofía de la historia»

Dicho esto conviene recordar el contexto histórico en el que surgió no la filosofía de la historia, que fue Platón (427-347 a. C) el que la expuso por primera vez sin usar ese nombre, sino la expresión filosofía de la historia que se debe a Giambattista Vico (1668-1744). Cuando Isaac Newton (1642-1727) formuló la ley de la gravitación universal, en realidad unos años después, el pensador italiano Vico pretendió extender a la historia-realidad los logros newtonianos en el estudio de la Física sobre la mecánica del Universo. No importó a Vico la gran diferencia entre la Naturaleza y la Sociedad, de modo que propone la filosofía de la historia “como un intento de comprender racionalmente la trayectoria de las sociedades humanas en este mundo”[4]. De ahí que su filosofía de la historia

Vico, iniciador de la filosofía de la historia https://www.biografiasyvidas.com/biografia/v/fotos/vico.jpg

 

no versa sobre la historia ideal y eterna ni sobre la historia en el tiempo, consideradas separadamente, sino sobre su relación [5].

 

 

 

Punto de partida: la clasificación de gobiernos de Heródoto

Vico no partía de la nada. En el siglo IV a. C., Platón tomaba la clasificación de regímenes políticos que Heródoto (484-425 a C.) había presentado en su obra Nueve libros de Historia y construyó la primera filosofía de la historia avant lettre, antes de que apareciera el nombre. Heródoto clasifica los regímenes políticos en monarquía o gobierno de uno, aristocracia o gobierno de una minoría y democracia o gobierno del pueblo o de la mayoría. A través de los personajes que aparecen en su obra, Heródoto en forma de diálogo, argumenta a favor y en contra de cada forma de gobierno. Por su parte, la obra de Platón, que se puede considerar el primer legado completo de Filosofía, utilizará la clasificación de Heródoto para plantear una explicación cíclica del funcionamiento de la polis (ciudad-estado).

Platón parte de la afirmación de que el estado perfecto es el aristocrático pero “si las dos clases superiores (guardianes y auxiliares) se reparten la propiedad de los demás ciudadanos y los reducen a la esclavitud”[6], ya no es un estado aristocrático sino timocrático. Convertida la antigua aristocracia en timocracia, crece el afán de riquezas y se llega al sistema oligárquico. Al acrecentarse cada vez más el poder de los oligarcas y empobrecerse el conjunto de los ciudadanos, estos se encuentran cada vez más sojuzgados. Al llegar al límite de estos abusos, los ciudadanos logran expulsar del poder a los oligarcas y se establece la democracia; pero el desmesurado afán por la libertad lleva a la demagogia o anarquía que, por reacción, lleva al poder a  un cabecilla popular que, sirviéndose de su guardia personal, se convierte en tirano.

Platón y La República

Platón, La República https://imagessl5.casadellibro.com/a/l/t0/25/9783966618625.jpg

En La República, Platón deduce de este ciclo de regímenes políticos que el estado aristocrático es el mejor y más feliz de los regímenes políticos, de este modo formuló por primera vez una filosofía de la historia antes de que apareciera el concepto, como se ha dicho. Una filosofía de la historia cuyos tintes deterministas influirán en las siguientes desde de fechas tempranas.

Influyó en Polibio (200-118 a C.) que, en su obra Historia Universal, sostiene la tesis de que las distintas historias locales desembocan en la historia de Roma. De manera que la conquista o federación con Roma era el último acto de la historia local que se integraba en la historia universal, representada en la incorporación de ese pueblo a Roma. El trasfondo determinista platónico se aprecia incluso en la conclusión a la que llega Polibio de que Roma, porque su régimen político es perfecto ya que tiene los mejores elementos de la democracia (las elecciones a Tribuno de la Plebe), de la monarquía (el poder del Cónsul) y de la aristocracia (la autoridad del Senado), de ahí que al tener lo mejor de cada régimen no se ve sometida a los corrupción de los regímenes políticos expuesto por Platón, está predestinada a regir el mundo.

Giovanni Battista Vico

Vico reconoce expresamente como antecedente La República de Platón ya que “es la norma para constituir un estado ideal, es el término final al cual debe encaminarse la historia”[7]. No obstante, Vico critica a Platón por haber ignorado el llamado por aquél “estado primitivo” de caída de los hombres.  Por eso, quiere completar la enseñanza de Platón con la de Tácito (55-120) e indica que “todo el desarrollo ideal de la historia va desde la humanidad caída y dispersa hasta la humanidad restituida al orden de la razón toda explicada”[8]. Y de nuevo las fases de la historia, pero en Vico a partir del concepto que propone de “sabiduría poética”.

Fases de la historia según Vico

Gracias a la “sabiduría poética” los hombres que establecieron la sociedad constituyeron las repúblicas monásticas, gobernadas por la potestad paterna y fundadas en el temor a la divinidad, periodo al que denomina “edad de los dioses”. El concepto de Dios en Vico está impregnado de deísmo, de ahí que para él, según Cobban, “Dios es algo inmanente al hombre, que opera a través de causas naturales y no transcendentes”[9].

En la fase siguiente, a la que llama la “edad heroica”, las repúblicas se fundan sobre la aristocracia que cultiva las virtudes cardinales de prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Finalmente, la reflexión sobre la idea del bien, con la que todos los hombres deben de estar conformes, lleva a la Filosofía, y esta Filosofía introduce al hombre en la última fase de la historia, que empezó con la “sabiduría poética” de los primitivos y concluye con el surgimiento del pensamiento platónico “dirigido a encontrar, en el mundo de las ideas, la conciliación de intereses privados y el criterio de justicia común”[10].

Alcanzado el estado perfecto, amenaza a las naciones la decadencia. Una decadencia que conduce a tres posibles remedios: el restablecimiento del monarca, la sumisión a una nación mejor o la vuelta al salvajismo. Se reiniciaría el ciclo si un grupo pequeño de hombres logra el restablecimiento de un nuevo orden civil[11].

La filosofía de la historia después de Vico

Después de Vico, la filosofía de la historia adquiere tintes cada vez más especulativos y llega a teorizar sobre el significado de la historia-realidad. De modo que tanto Voltaire (1694-1778), como Hegel (1770-1831) y Marx (1818-1883) pretenden explicar la historia universal “de acuerdo con un principio según el cual los acontecimientos históricos se unifican en su sucesión y se dirigen a un significado fundamental”[12]. Vico es un precursor de los que platearán nuevas filosofías de la historia, pero también de las teorías de la decadencia de las civilizaciones que se prodigaron a finales del siglo XIX y principios del siglo XX.

La filosofía hegeliana de la historia

Hegel, Lecciones sobre la filosofía de la historia universal https://www.alianzaeditorial.es/libro/alianza-ensayo/lecciones-sobre-la-filosofia-de-la-historia-universal-gwf-hegel-9788420645957/

Hegel escribe sus Lecciones sobre la filosofía de la historia universal en las que pretende llevar a cabo una síntesis global de la historia de la Humanidad a partir de la idea que consiste en que “la razón gobierna el mundo y, por lo tanto, la historia universal es racional”[13]y no de la investigación empírica de los hechos y procesos del pasado.

Dado que esa historia universal racional se mueve dialécticamente, nos encontramos que los elementos de esa dialéctica son tanto los pueblos como las etapas. Esas etapas comienzan con la familia, ámbito de lo universal al ser un todo, que será la tesis; la sociedad civil, ámbito de lo particular, será la antítesis y la síntesis de ambas  se encuentra en el Estado, que además, es la culminación del proceso racional. Por otra parte, los elementos de la dialéctica a los largo del tiempo son los pueblos, y la historia universal tendrá como motor la lucha de pueblos, como los invasores germánicos. Cuando los pueblos se convierten en nación adoptan la forma política de Estado, culminación de la historia y de la racionalidad, pero se equivoca. Como ha explicado Manuel García Morente (1886-1942):

 Ahora bien, ese empeño de reducir la realidad histórica a otra realidad no histórica, está, a su vez fundado (…) en un prejuicio filosófico, que actúa más o menos explícito en todos los sistemas derivados del idealismo cartesiano. El prejuicio, a que me refiero, podría llamarse principio de la realidad única. Consiste en suponer que todos los objetos que se ofrecen a la contemplación y estudio del hombre, son formas en apariencia diferentes, pero en el fondo idénticas de una y la misma realidad[14]

De la dialéctica de Hegel a la dialéctica marxista

Para enlazar esta filosofía de la historia hegeliana con la de Marx, es preciso resaltar una cita literal de sus Lecciones sobre filosofía de la historia universal: “Cada individuo es hijo de su Pueblo en un momento determinado del desarrollo de este Pueblo. Nadie puede saltar fuera de la tierra”. Si se cambia la palabra pueblo por clase, se observa que hay un paralelismo total con las afirmaciones de Marx respecto de la imposibilidad de pensamiento filosófico, político o religioso autónomo porque todo hombre está determinado. En Hegel por su pueblo, en Marx por su clase.  De aquí se deduce que la dialéctica será entre grandes grupos. 

Ambos utilizaron la abstracción, en gran parte de casos de modo abusivo, para construir sus modelos explicativos de la historia, sus “filosofías de la historia”. Marx insiste en el carácter “empírico” del supuesto de donde parte, reconoce que la Historia humana la hacen los “individuos humanos vivientes” que se encuentran siempre en determinadas “condiciones materiales de vida”.  Anticipa su tesis fundamental: “el único sujeto de la Historia es la sociedad en su estructura económica”. 

Las etapas de la historia en clave marxista

Karl Marx sólo tuvo que llevar a cabo una completa inversión de la filosofía de la historia de Hegel porque “lo verdaderamente valioso del maestro era el método, no el contenido”[15]. Sostiene Marx en su Manifiesto comunista, y más extensamente en El Capital, una dialéctica en la que las contradicciones internas de los periodos, a través de la lucha de clases y no de la lucha de pueblos, llevará a la síntesis que consiste en el establecimiento del comunismo gracias al triunfo del proletariado mediante la revolución, que será la culminación de las grandes etapas de la historia universal. Estas etapas serían el comunismo primitivo, el esclavismo, el feudalismo y el capitalismo. Capitalismo en el que se producirá una lucha de clases que acabará con él y que conducirá a un socialismo previo al comunismo definitivo.

Filosofías influyentes, pero con un defecto metodológico

Las grandes convulsiones políticas del siglo XX estuvieron, en mayor o menor medida, relacionadas con la aplicación práctica de esta filosofía de la historia, hasta el punto de convertirse, sin lugar a dudas, en la más influyente de todas.

Sin embargo, todas ellas adolecían de un defecto metodológico de partida, que consiste en que a través de los hechos, a través del análisis y estudio del pasado, de la historia-realidad por los métodos que propone la disciplina académica que llamamos Historia (Historia-conocimiento) no es posible establecer leyes que se cumplan como ocurre en las ciencias naturales y experimentales. Este fue el gran defecto de Vico: quedó deslumbrado por Newton y pretendió seguir su método, pero le resultó imposible llegar a establecer un conocimiento científico como sí logró el admirado físico. Y le resultó imposible porque el objeto de conocimiento, el hombre en sociedad a lo largo del tiempo, no permite la reducción a modelos matemáticos.

De ahí que, visto desde hoy en día, no es cuestión de entrar en un debate con los pensadores que han planteado algún tipo de filosofía de la historia, sino de afirmar que sería un debate absurdo por su propio planteamiento, ya que del conocimiento de los hechos del pasado obtenido con las técnicas del historiador no se pueden establecer leyes generales de funcionamiento de las sociedades o de la sucesión de periodos históricos. Es un salto metodológico en el vacío.

¿Dónde estaba el fallo?

Volviendo a los problemas metodológicos se podría decir que, probablemente, los repetidos fallos de las filosofías de la historia de los siglos XVIII y XIX, a la hora de la realización del futuro que anunciaban, derivaron de haber intentado construir una ciencia social calcada de la ciencia natural, en el sentido de pretender llegar a un conocimiento universal basado en la exactitud de las predicciones.

De hecho el conocimiento científico social sin dejar de ser cientifico, tiene un objeto distinto del de las ciencias natura­les, y no es su tarea la de hacer predicciones exactas. En este sentido, los caminos elegidos para llegar a su tipo de conocimiento deben ser distintos de los empleados en las ciencias naturales; y el gran error de las filosofías de la historia ha sido el no haber visto con claridad la diferencia fundamental que el objeto de la investigación tiene en los dos tipos de realidad, la natural y la social.

Los hechos confirmaron el error metodológico

Caída del muro de Berlín https://www.politicaexterior.com/actualidad/el-aniversario-mas-feliz-25-anos-de-la-caida-del-muro/

Además, la caída del muro de Berlín, la desaparición de la Unión soviética y, también, el radical abandono del comunismo en China Popular a pesar de estar gobernada por un partido comunista, son hechos filosóficos de primera magnitud. Son el rotundo mentís a la última y más impuesta filosofía de la historia que ya habían criticado antes de 1989 diversos pensadores, entre ellos Karl Popper (1902-1994)[16] o Raymond Aron[17], y también historiadores preocupados por sus carencias en relación con el método histórico-científico; pero un hecho ahorra muchos argumentos.

La desaparición del comunismo soviético desmentía irremisiblemente la periodificación de la filosofía de la historia de Marx y, complementariamente, tuvo que desaparecer la Unión soviética para que se dejara de financiar a los “filósofos e historiadores comprometidos” que en Occidente la defendían con toda normalidad académica a pesar de ser científicamente insostenible. Con todo, no hay que hacerse ilusiones, porque los “historiadores comprometidos” no se acabaron con el fin de los soviéticos, al contrario se han reproducido con otros postulados políticos pero con el mismo nulo respeto al conocimiento histórico. Como afirmaba irónicamente Federico Suárez: “en una historia comprometida lo difícil no es prever el futuro, sino prever el pasado”[18].

¿Es posible otra filosofía de la historia?

Cabría plantearse si es posible otra filosofía de la historia, como se preguntaba Cirilo Flórez Miguel en 1990, el año siguiente del hecho filosófico que desmentía “a la filosofía de la historia de ayer”[19]. Es algo complicado porque el concepto ya ha quedado ligado a las filosofías de la historia que en el pasado se formularon desde Platón a Marx, algunas de ellas extraordinariamente influyentes, aunque caídas en el descrédito[20].

Por otra parte, es totalmente legítima la reflexión del filósofo sobre el pasado del hombre, es decir filosofar sobre la historia, pero la historia-realidad sólo se sabe por la Historia-conocimiento. Con sus métodos, lo más rigurosos que sea posible, nos permite conocer el pasado pero precisamente por sus propios métodos se queda al margen, como tal disciplina, de la Ética y de otras partes de la Filosofía. En consecuencia el conocimiento del ser humano se vería muy enriquecido con la estrecha colaboración de filósofos e historiadores. Colaboración que consiste en que la reflexión filosófica sobre el pasado no pretenda sustituir lo averiguado por los historiadores proponiendo una visión del pasado “racional” que no corresponde con la realidad.

La reflexión debe partir del respeto de lo aportado por el historiador, o si se quiere, del reconocimiento del estado de la cuestión en temas controvertidos, y a partir de ahí introducir reflexiones propias de la Filosofía, en materias como la Ética, el Derecho o incluso la teoría del conocimiento[21]. Pero es preciso insistir, sin pretender explicar el pasado sin base fáctica. De ahí que ya se haya propuesto un nuevo nombre para este tipo de reflexión: “filosofía crítica de la historia”[22], que tiene claros antecedentes en la filosofía española.

Una aportación a la reflexión sobre la historia: Miguel de Unamuno

Miguel de Unamuno (1864-1936) se mostró crítico con la filosofía de la historia y, sobre todo, con su tendencia al determinismo, pero lo más interesante de sus planteamientos es que a partir de su preocupación por el hombre corriente, la intrahistoria[23], es decir, la narración de las pequeñas acciones, se aproximó a la reflexión sobre la historia sin pretender construir sus respectivas filosofías de la historia, lo que ha supuesto un enriquecimiento para ambas disciplinas.

Filósofos españoles del siglo XX

En el siglo XX ha habido otros tres filósofos españoles que han continuado en esa línea. El primero de ellos, Rafael Altamira (1866-1951), en pleno apogeo de las filosofías de la historia y de las teorías sobre las civilizaciones afrontó el tema y afirmó:

Rafael Altamira https://dbe.rah.es/biografias/6764/rafael-altamira-y-crevea

 

Para que la explicación tome el carácter de filosófica, es preciso que considere causas no temporales sino permanentes, y encaje los hechos dentro de una impulsión y una causalidad metafísicas, por fuera del campo de la Historia. [24]

 

Por su parte, Manuel García Morente también quiso realizar su aportación en relación con la tan presente filosofía de la historia en los debates de su tiempo[25], para concluir que “en la Filosofía de la historia, la verdadera Historia se desvanece, porque ni la Filosofía es Historia, ni la Historia es Filosofía”[26]. Finalmente, Antonio Millán Puelles (1921-2005) también entendió que es posible la reflexión filosófica sobre el pasado, o si se quiere, sobre el hombre en el tiempo, sin necesidad de construir o inventar un pasado que no tiene que ver con la realidad, además enmarca esta reflexión dentro de la distinción entre lo histórico y lo natural. Lo dice de este modo: “Lo histórico y lo puramente natural son conceptos antitéticos. De ahí que la afirmación de una historia necesaria, desplegada de un modo estrictamente natural es en verdad la negación de la historia misma”[27].

En conclusión

Si la crítica a la filosofía de la historia se fundamenta en que el conocimiento del pasado se lleva a cabo con métodos científico-sociales  y no por construcciones alejadas de la realidad o tan generalizadoras que no explican nada o casi nada, también hay que recordar que es necesario realizar síntesis y contar con las diversas disciplinas para profundizar en el conocimiento del ser humano, lo que compete a la Filosofía, a la Historia y a otras materias. Como dice Gunnar Myrdal (1898-1987):

En realidad no hay problemas económicos, sociológicos o psicológicos, sino simplemente problemas y que regularmente son complejos (…). Todo está debidamente unido, concatenado y urge solucionar muchos de estos problemas, pero para ello se necesita plantear acertadamente una serie de preguntas y después, lo principal, ganar la objetividad en la respuesta [28].

Para finalizar y como problema añadido, hay que poner de manifiesto la confusión y desorientación que está presente en nuestra época, principios del siglo XXI, en que permanentemente estamos solicitados por tantos contradictorios estímulos, puntos de vista, informaciones e interconexiones, y se prefiere llenar el silencio con ruido a articular una voz que diga cosas, quizás porque muchos no tienen nada que decir. Ante esta situación de incertidumbre cabe recordar la enseñanza de José Corts Grau (1905-1995):

No cabe desaliento ante la inestabilidad teórica ni ante las contradicciones de la hipótesis; la limitación humana deja sentir su incapacidad para llegar a la verdad absoluta, como no alcanza la paz, ni la belleza. La inestabilidad filosófica sólo puede escandalizar a quienes hayan olvidado la radical estabilidad humana. [29]       

NOTAS

[1] MARROU, H.I.: De la connaissance historique, Le Seuil, Paris, 1954, pág. 13

[2] BLOCH, Marc: Apologie pour l’Histoire, Armand Colin, París, (7ª Edición), 1974, p. 36.

[3]  Vid. ARON, R.: “Postface”. En Dumoulin, J-Moisi, D., eds., The historian between the ethnologist and the futurologist, París-La Haya, 1971.

[4] REGLÁ, Juan: Introducción a la Historia, Ed. Teide, Barcelona, 1970, pág. 167

[5] ABBAGNANO, Nicolás: Historia de la Filosofía, Tomo II, Montaner y Simón, Barcelona, 1973, pág. 278

[6] SÁENZ DÍEZ, J.I. et al.: Síntesis de Historia del pensamiento político, Ed. Actas, Madrid, 1994, pág. 22

[7] ABBAGNANO, N.: Op. Cit. pág. 276

[8] ABBAGNANO, N.:  Op.Cit. pág. 276

[9] COBBAN, A.: “La Ilustración” en Historia del Mundo Moderno (Cambridge University Press),  Volumen VII, Ed. Ramón Sopena, Barcelona, 1971, pág. 68. Para el filósofo alemán Josef Pieper, el error en el punto de partida de la filosofía de la historia se encuentra precisamente en este momento en el que “parece haberse negado a todo contacto con la meditación teológica” (Vid. Sobre el fin de los tiempos, título de su obra traducida al español en 1955)

[10] ABBAGNANO, N.: Op. Cit., pág. 278

[11] ABBAGNANO, N.: Op. Cit., pág. 281 y ss.

[12] LÖWITH, Karl: El sentido de la historia, Ed. Aguilar, Madrid, 1956, pág. 10

[13] SÁENZ DÍEZ, J.I. et al.: Op.cit., pág. 159

[14] GARCÍA MORENTE, Manuel: Ideas para una filosofía de la Historia de España, Madrid, 1942, pág. 37. www.educacionyfp.gob.es › revista-de-educacion › dam

[15] REGLÁ, J.: Op. Cit., pág. 176

[16] Vid. POPPER, K.R.: La miseria del historicismo, Alianza-Taurus, Madrid, 1973, pág. 39 (Primera edición: The Poverty of Historicism, Routledge, London, 1961).

[17]  Vid. ARON, Raymond: El marxismo de Marx, Ed. Akal, Madrid, 2010

[18] SUÁREZ, Federico: Reflexiones sobre la Historia y el método de investigación histórica, Ed. Rialp, Madrid, 1977, pág. 141

[19] FLÓREZ MIGUEL, C.: “La filosofía de la historia ayer y hoy”, Diálogo filosóficonº 16, 1990, págs. 52-81

[20] Esta palabra se utiliza textualmente en la presentación de la asignatura Filosofía de la historia en el grado de Filosofía de la UNED, que además se siente en la obligación de justificar su inclusión en el currículum del siguiente modo:

“La Filosofía de la historia ha experimentado en estas últimas décadas notables alteraciones respecto a la consideración y el interés que ha merecido como disciplina académica. Da la impresión de haber tenido que pagar la arrogancia de aquella supuesta superioridad y de aquellas pretensiones teleológicas e historicistas que la caracterizaron en sus mejores tiempos con el descrédito, la indiferencia o hasta el desdén que ha tenido que padecer en fechas más recientes.

Actualmente, sin embargo, parece que ha vuelto a cobrar una gran relevancia. Se ha convertido en un lugar común vincular este renacido interés por la filosofía de la historia a ese momento de cesura histórica que supuso la ya emblemática fecha de 1989 y la serie de acontecimientos que le siguieron. Qué duda cabe que el derrumbe del “socialismo real” y el subsiguiente final de la “guerra fría” han transformado radicalmente el contexto histórico y político de nuestro tiempo. Es precisamente en este nuevo contexto en el que se inscribe el programa de la asignatura”.

[21] Vid. MUÑOZ, Jacobo: Filosofía de la historia. Origen y desarrollo de la conciencia histórica, Biblioteca Nueva, Madrid, 2010

[22] GIL, Tomás: “Saber histórico y filosofía de la historia”, Azalea. Revista de Filosofía (Universidad de Salamanca), nº 13, (Ejemplar dedicado a: Perspectivas actuales de la filosofía de la historia), 2011, págs. 59-67

[23] FIORASO, Nazzareno: “Unamuno y su filosofía de la historia”, Historia y Sociedad, Nº. 11, 2005, págs. 81-92

[24] ALTAMIRA, Rafael: Filosofía de la historia y teoría de la civilización, Ediciones de la Lectura, Segovia, 1915, pág. 20

[25] Después del escepticismo de Ranke frente a Hegel, tal vez el debate de mayor resonancia europea fue el mantenido, en los años treinta del siglo XX, entre Jakob Burckhardt, para quién “la Historia es la no-Filosofía; y la Filosofía es, a su vez, la no-Historia” y Benedetto Croce, italiano como Vico y, en cierta manera, neo-hegeliano.

[26] GARCÍA MORENTE, Manuel: Ideas para una filosofía de la Historia de España, Rialp, Madrid, 1957, pág. 179

[27] MILLÁN PUELLES, A.: Ontología de la existencia histórica, C.S.I.C., Madrid, 1951, pág. 191

[28] MYRDAL, G.: La objetividad de la investigación social, F.C.E., México, 1970, pág. 15

[29] CORTS GRAU, José: Filosofía del Derecho, I, Introducción gnoseológica, Editora Nacional, Madrid, 1941, págs. 14 y 15

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