Capítulo 1.- La vida en la sociedad urbana antigua. Ciudadanía y ortodoxia.
1.- Unificación espacial, temporal y subjetiva de la comunidad humana.
- 1.- Unificación espacial y temporal del homo sapiens. “Mundo” e “Imperios”.
- 1.1.- Los imperios antiguos y la unificación espacial y temporal del mundo.
- 1.2.- Religión, unificación de la comunidad y autonomía de la persona.
- 2.- Unificación espiritual del mundo Antiguo. La relación Iglesia-Estado.
- 3.- La oración y la era axial. La religión interior oriental y la occidental.
2.- De la muralla y el calendario a la ciudadanía y la ortodoxia.
- 4.- Integración de las subjetividades en la comunidad. Ciudadanía y ortodoxia.
- 5.- La ciudadanía. Fronteras geográficas, sociológicas, jurídicas y metafísicas.
- 6.- Esencia y formas de la ortodoxia. La ciencia teológica: ‘fides’ y ‘gnosis’.
- 7.- Herejía, excomunión y renovación de la ortodoxia. La muerte de Sócrates.
3.- Unidad reflexiva de la comunidad. Derecho, nación y estado.
- 8.- La vivencia de nación y las esferas de la cultura. Jerusalén, Atenas, Roma.
- 9.- Unificación administrativa del poder. Patriotismo, reyes y guerreros.
- 10- Unificación administrativa del cuidar. Solidaridad y bienestar.
- 11.- Unificación administrativa del saber. Concordia y ortodoxia.
4.- Diferenciación de las esferas pública y privada de la vida.
- 12.- La diferenciación occidental de pathos, ethos y logos.
- 13.- Gestión estatal de la vida cotidiana. Orden público y buenas costumbres.
5.- Esferas de la cultura y configuración de la subjetividad.
- 14.- Ontologías y psicologías de la religión, el arte y la filosofía.
- 15.- Religión, arte y filosofía. Hábitos del corazón, de la vida y de la mente.
1.- Unificación espacial, temporal y subjetiva de la comunidad humana.
- 1.- Unificación espacial y temporal del homo sapiens. “Mundo” e “Imperios”.
Al iniciarse la época histórica en la antigüedad, el alma humana, el alma de la humanidad, vuelve sobre sí y reposa sobre su centro. Ha desplegado el sistema de la sensibilidad y de la conducta de supervivencia durante el paleolítico en el culto. Ha desplegado la imaginación intelectiva y la voluntad directiva durante el neolítico en los sistemas morales. Y ha desplegado el intelecto comunicativo y racional en las expresiones del logos divino y humano, oral y escrito, en la revelación, la fe y la teología.
En las fases de su desarrollo el individuo humano, en la infancia, aprende a caminar, a hablar, a nombrar el mundo y a comportarse en familia. En la adolescencia y con la mayoría de edad, aprende a comportarse en sociedad y a ocupar un sitio en ella. En la madurez, ejerce una responsabilidad en la comunidad más o menos satisfactoriamente, gestiona el mundo con los demás y lo dilata.
Transcurridas esas tres etapas, en la historia de la especie y en la del individuo, el hombre puede quedarse a solas consigo mismo. Entonces el espíritu se encuentra con él, la conciencia se hace cargo de sí misma en su situación y en su horizonte, y la persona humana se reconoce y se extraña de sí.
Establecido en su madurez el hombre recoge su pasado, empieza a comprenderlo y empieza a comprenderse a sí mismo. Comprende mejor su conducta; sus costumbres, leyes, territorios y ciudades; su razón y su mundo, su historia y su ciencia.
Los comprende como el despliegue de su alma abarcando los tiempos y los espacios, y a la vez generándolos en su crecimiento. Y se encuentra con que, junto a su razón ampliamente ejercida y desplegada, junto a su logos, por el que se define a sí mismo, como en el fondo de su alma y de su logos, hay algo más: el espíritu. El espíritu, aparece como el fondo del alma, que se despliega en actividades voluntarias organizativas, religiosas, políticas, jurídicas y económicas, como voluntad, por una parte, y que se despliega en actividades intelectuales, técnicas, artísticas, científicas y sapienciales, como intelecto, por otra parte.
El hombre comprende que el espíritu es el fondo y la cumbre del alma. Comprende que la voluntad y el intelecto no son el espíritu en sí mismo sino sus dimensiones capitales, y que la existencia del espíritu tiene su fundamento más allá de sí. Comprende que en sí mismo es más que esas actividades que manan de sí, intelección y volición, y que en su fondo late un poder absoluto y supremo, sagrado, que le da vida y ser.
- 1.1.- Los imperios antiguos y la unificación espacial y temporal del mundo.
El homo sapiens se despliega en pequeñas comunidades, formadas por las pocas familias que integran la tribu, en el espacio y durante el tiempo en que alcanza la estabilidad de la supervivencia. Y una vez que el cuerpo y la pequeña comunidad se han configurado con una madurez que les permite organizar un mundo, la psique y la conciencia de los miembros de la comunidad inician un nuevo proceso de desarrollo, hasta que alcanzan un grado suficiente de madurez que les permite repasar ese proceso y mirar sobre sí mismas.
La arqueología y la paleo-antropología no dejan de precisar el momento de aparición de la especie humana, la dispersión y el encuentro entre sus diversos individuos. A comienzos del siglo XXI había un acuerdo pacífico sobre el lugar, que sería África, y sobre el tiempo, que sería hace unos 200.000 años, pero antes de acabar la segunda década del mismo siglo, nuevos datos y descubrimientos dan lugar a nuevas hipótesis, que pueden remitir esa aparición a 300.000 años atrás y a lugares también discutidos.
Una vez desplegado sobre el planeta, se acepta que la congregación del género humano, demográficamente ampliado, empieza en el neolítico con la concentración espacial de las tribus de cazadores recolectores en los primeros asentamientos, menos estables inicialmente y después consolidados como ciudades.
Las tribus de cazadores recolectores generan un universo simbólico, lingüístico, organizado en término de sistema cultural (CORP § 17), mediante el cual se determina la identidad de cada individuo en el sistema social de la pequeña comunidad de 70 u 80 personas (CORP § 22). Ese universo simbólico es ya una concepción del mundo, una worldview o una weltanschauung humana. Es el “mundo”, que está en relación de intercambio con otra comunidad, con otro “mundo” de características similares.
Probablemente hacia el milenio 15 AdC se inicia el proceso de neolitización en las áreas de conjunción de Europa, Asia y África. Empiezan a formarse comunidades más amplias, de decenas de tribus o quizá de centenares, es decir, de dos mil o de cinco mil individuos, a veces por agregación pacífica o simbiosis, y a veces por asimilación violenta de unas por otras, es decir, mediante la guerra.
Hay suficiente documentación sobre el comienzo de los primeros asentamientos, de la guerra y de la formación de las clases sociales en el neolítico, y sobre la formación de las primeras sociedades estatales. Es decir, hay información solvente, y además concordante, sobre la congregación espacial de los seres humanos que pueblan el planeta entre los milenios 15 y 5 AdC.
La unificación espacial de los grupos humanos lleva consigo la constitución de un nuevo “mundo”, una unificación interior de sus individuos, cuyo primer elemento es, después del espacio compartido, el tiempo compartido: el “mundo” es el horizonte existencial de la comunidad, de la humanidad.
El tiempo interior de los individuos es el tiempo del grupo, que empieza a contarse y registrarse en las expresiones objetivas que son los calendarios. Los calendarios neolíticos suelen ser lunisolares, y, a partir de la aparición de los estados, articulan el tiempo lunar paleolítico, con el tiempo solar agrícola neolítico y el tiempo sideral urbano, astronómico e infinito (MORN §§ 9 y 20).
La unificación espacial y temporal de los grupos humanos, en permanente crecimiento demográfico, lleva consigo también la unificación de la interioridad de los individuos del grupo. No solamente comparten el tiempo con los demás, sino también un cierto conocimiento de lo que hacen los demás grupos y una cierta certeza y seguridad en el cumplimiento de esas actividades por parte de los otros, y comparten un mismo futuro para toda la comunidad.
Ese conjunto de factores objetivamente expresados en calendarios y normas, el conjunto de acciones ejecutadas por cada grupo con una resultante indispensable para la vida de todos, y el conjunto de valores fundamentantes de esas tareas cooperativas, son la “concepción del mundo” asimilada por todos, y constituye la interioridad social y la subjetualidad social, el horizonte existencial de esa humanidad inicial que tiene conciencia de sí como humanidad.
Lo subjetivamente característico de las ciudades estado en un primer momento, y de los imperios después, es la ampliación de la concepción del mundo, de la esfera del sentido común de la tribu paleolítica, y, consiguientemente, de su horizonte existencial[1].
Para esta esfera paleolítica, se puede señalar metafóricamente un diámetro de 100 años en tiempo y de 1000 kms en espacio, que se corresponden con las cinco generaciones que abarca la memoria de ascendientes y descendientes, por una parte, y con la extensión que pueden tener el Mar Egeo, Anatolia o las cuencas del Tigris y el Éufrates, por otra. Para los poderes sagrados, su lugar es el cielo, a una distancia no mucho mayor que el diámetro de la tierra, según Vico[2].
Esas esferas de las concepciones del mundo paleolíticas, ese mundo interior de la humanidad consciente de sí en sus primeras etapas, pasan a tener en el neolítico un diámetro tal vez de 3.000 años de tiempo y 10.000 kms de espacio, que es el tiempo en que el Génesis judío sitúa la creación del mundo, y que es la distancia que puede haber desde el nacimiento del Nilo al del Tigris y Éufrates y desde las Columnas de Hércules (Estrecho de Gibraltar) hasta la cuenca del rio Indo.
El lugar de los poderes sagrados calcolíticos es el espacio abarcado por los cielos de la astronomía calcolítica, que podría “recorrerse” visualmente en unos 50.000 años, que es el año sideral platónico, como se ha indicado antes (ROREM § 20).
Para la época actual post-histórica, para quienes integramos la humanidad consciente de sí actualmente, la esfera del mundo del siglo XXI tiene un radio cercano a los 15.000 millones de años luz y un tiempo cercano a los 15.000 millones de años, que es el tiempo transcurrido desde el Big Bang hasta el presente, y la “ubicación” de lo sagrado se sitúa fuera de esa esfera, es decir, fuera del cosmos de diseño astrofísico.
Cuando los grupos integrados en un asentamiento de reciente creación no pueden asumir el “mundo”, el sentido común paleolítico, propio de ninguno de ellos, entonces generan un mundo nuevo y un nuevo sentido, con un nuevo horizonte existencia.
Los grupos e individuos que se han fusionado, generan y comparten también los valores religiosos, políticos, jurídicos y económicos resultantes de la fusión, es decir, las nuevas esferas primarias de la cultura, que articulan orgánicamente la nueva sociedad con su naciente estado. Las sucesivas dilataciones de esas esferas constituyen la formación de los imperios.
Los imperios son “mundos” paleolíticos y neolíticos ampliados, mediante la actividad cooperativa de una comunidad en permanente crecimiento demográfico. Hasta la Edad de los Metales la actividad generante de las esferas de la vida y propulsora de su expansión, se estima proveniente del poder sagrado, que afirma la vida y el ser, y la actividad humana cooperadora de ella. Es decir, la actividad generante de lo nuevo es actividad religiosa por parte de la divinidad, es revelación, y por parte del hombre es también actividad religiosa, es culto, obediencia a la norma y fe en lo comunicado por los poderes sagrados. Construir una casa, roturar un campo para cultivo, construir una nave, instituir un consejo para deliberar, todo eso es acción divina que crea nuevas posibilidades para los hombres, y nuevas formas de culto de los hombres que cooperan con las divinidades.
A partir de la Antigüedad, se empieza a vivenciar la legitimidad de lo finito, y correlativamente el carácter “natural”, no inmediatamente sagrado, de las fuerzas de la naturaleza y de los mundos ideales (matemáticos y literarios). Entonces la interioridad social de las comunidades, y la de los individuos integrados en ella, ramifica su dinámica al menos en tres direcciones diversas, y el horizonte existencial registra tres “estrellas polares”, tres puntos de orientación o tres metas distintas:
- En clave temporal sagrada, profética, el fin de la comunidad, o de la “humanidad”, es la realización empírica de los designios sagrados para ella.
- En clave temporal profana, histórica, el fin de la comunidad, de la “humanidad”, es la realización empírica de los proyectos propuestos por ella misma, que inicialmente son los proyectos imperiales,
- En clave personal civil y religiosa, el fin del individuo es, por una parte, el de la comunidad asumido personal y civilmente, y, por otra, la participación en la vida divina. El individuo participa en la vida política y religiosa de la sociedad civil, y ahí tiene sus fines, durante su vida en la polis. Además, tiene una participación en la vida divina después de la muerte, hay Olimpo y hay Hades.
Estas tres direcciones y finalidades que encauzan el desarrollo de la subjetividad social y la personal, en su despliegue diacrónico, tienen diferentes grados de sintonización sincrónica[3]. La historia sagrada, la historia profana, y la relación íntima con lo divino de personas singulares, en su mutua implicación y en sus relaciones ocasionales, es un asunto al que se alude más adelante, y que ocupa el volumen V, dedicado a la religión oficial y la religión personal en la historia de occidente.
En función de lo dicho, la religión parece desplegarse, en sus dimensiones y en su historicidad, según el esquema expuesto en el volumen anterior (ROREM Introducción), que se reproduce de nuevo como referencia para el análisis de la religión en la Antigüedad.
Tipología histórica y existencial de las religiones | Paleolítico | Neolítico | Calcolítico | Antigüedad |
Religión
del Culto |
Religión
de la Moral |
Religión de la
Revelación |
Religión de
la Oración |
|
Mediación con lo sagrado | Chaman | Sacerdote
mago |
Pontífice
Escriba Profeta |
Guía espiritual
Maestro |
Símbolos presentativos y representativos de lo sagrado | Entes físicos
Astros Fuerzas cósmicas Animales |
Entes sociales
Padre, madre Rey, Santuario, Ciudad Cultivos |
Entes espirituales
Palabra Promesa Escritura |
No representación
Unión mística |
Tipo de afirmación y reconocimiento entre el hombre y lo sagrado | Rito de caza
Sacrificio Reconocimiento mutuo integral |
Promulgación de la ley y Promesa.
Pacto Obediencia |
Revelación.
Conocimiento de los misterios. Fidelidad a la fe |
Unión mística
Amor interpersonal |
Tipo de fe
Tipo de comunidad religiosa
|
Chamanismo universal
Shintoísmo Religiones Tribales
|
Judaísmo,
Relig. inca Relig. azteca Confucianismo Relig. Estatales |
Relg. Imperiales
Relig. mistéricas Cristianismo Islam
|
Relig. orientales
Budismo Taoísmo Sufismo Rel. Personales |
Tipo de referencia existencial a lo sagrado | Existencia estética | Existencia ética racional | Existencia ética
intelectual |
Existencia religiosa |
NOTAS
[1] En otro momento (FC §§ 27-29) se ha mostrado que el sentido común es la asimilación subjetiva por parte de todos los individuos de la tribu, de la concepción del mundo, que constituye el sistema cultural.
[2] Vico tiene buenos motivos de arqueo-astronomía para suponer que los primitivos consideraban cercana la distancia hasta la morada de los dioses. Cfr., Vico, GB., Ciencia Nueva, Madrid: Tecnos, 1995, §§ 710-712,
[3] Desde comienzos del siglo XXI, los diversos enfoques históricos concurren en igualdad de aceptación en la vanguardia de las investigaciones, y los investigadores renuncian a brindar un estado de la cuestión en los temas estudiados. De entre esos enfoques y estudios históricos, los más útiles para esta filosofía de la religión son los de historia cultural y los de la Social Network Theory. Para una panorámica de este último y otros enfoques, cfr., Eidinow, Esther & Kindt, Julia, The Oxford Handbook of Ancient Greek Religion, London: Oxford University Press, 2015.
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