Planteamientos estéticos en el Renacimiento (IV) – Miguel Ángel

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La Profesora María Ordiñana, del Grado en Filosofía Online de la UCV “San Vicente Mártir” de Valencia (España), ha realizado con sus estudiantes de Evolución de las Ideas Estéticas hasta el Siglo XVIII una WEBQUEST sobre arte y filosofía en el Renacimiento, cuyos vídeos se irán subiendo conforme se publiquen los artículos correspondientes en este mismo blog. La profesora María Ordiñana presenta la webquest en el vídeo siguiente:

La estética del Renacimiento: Miguel Ángel

María Carmen Monzón Montalbá, alumna de 2º Curso del Grado en Filosofía de la UCV «San Vicente Mártir».

1. Biografía de Miguel Ángel

Miguel Ángel

Miguel Ángel

Miguel Ángel nació el 6 de marzo de 1475 en el municipio de Caprese, en la provincia de Arezzo, en el seno de una familia noble. Su padre era podestá (magistrado) en la ciudad de Florencia, a la que se trasladó toda la familia al poco tiempo de nacer Miguel Ángel.

Su madre Francesca de Neri encargó el cuidado y la alimentación del niño a una nodriza, que procedía de una familia de canteros de Carrara, hecho que para Miguel Ángel sería de gran importancia en su futuro.

Miguel Ángel se queda huérfano de madre a los seis años, y pronto despierta en él su vocación artística. Pese a que su padre no estaba del todo de acuerdo, permite que su hijo ingrese a la edad de trece años en el estudio (la “bottega”), del gran pintor Domenico Ghirlandaio.

Más tarde Miguel Ángel tendrá la fortuna de estudiar escultura en el jardín de los Médici, donde por primera vez entrará en contacto directo con obras de la antigüedad clásica, hecho decisivo en su carrera posterior.

Lorenzo de Médici

Lorenzo de Médici

Lorenzo de Médici (gobernador de Florencia) lo acogerá como a un hijo y será su mecenas y protector hasta su muerte. Parece ser que es en esta etapa cuando en una pelea con un condiscípulo que le pega un fuerte puñetazo, le quedará para el resto de su vida la nariz deformada.

Desde joven, Miguel Ángel mostrará un gran interés por la anatomía, siendo frecuentes sus visitas al depósito municipal de cadáveres para practicar disecciones y así conocer y plasmar con realismo la belleza del cuerpo humano.

A la muerte de Lorenzo de Médicis se trasladará a Roma, donde recibirá su primer encargo: la Pietá (1496-1504), obra de la que él se sentía especialmente orgulloso.

Miguel Ángel regresará a Florencia y allí realizará una de sus obras maestras: el David (1502-1504), obra colosal de más de cuatro metros de altura, colocado delante del palacio del  Ayuntamiento de Florencia.

En 1505 el Papa Julio II le encarga que realice su tumba con más de 40 figuras, aunque nunca llegó completarse según el proyecto original, y del que destaca sin duda la figura de Moisés, que hoy puede contemplarse en la iglesia romana de San Pietro in Vincoli.

El mismo Pontífice encargará a Miguel Ángel la decoración de los techos de la Capilla

Capilla Sixtina

Capilla Sixtina

Sixtina, que iniciará en 1508 y terminará en 1512, en cuya bóveda central se narra la creación y el episodio del arca de Noé.

A la muerte de Julio II, su sucesor León X le encarga la decoración de la fachada de San Lorenzo en Florencia, realizando también los planos de la Biblioteca Laurentina y las tumbas de Giuliano y Lorenzo de Médici.

En 1534 se instalará definitivamente en Roma y el Papa Paulo III le encarga la decoración de la pared detrás del altar, en la que representará su famoso Juicio Final, que supone un anticipo del barroco y que suscitó bastante polémica por la cantidad de desnudos que pintó, incluyendo al proprio Cristo. Sus desnudos fueron cubiertos por un paño de pureza por uno de sus discípulos, Daniele Da Volterra, conocido popularmente como il braghettone (pintacalzones).

Basílica de San Pedro

Basílica de San Pedro

En 1546 Miguel Ángel asume la dirección de obras de la Basílica de San Pedro, diseñando la impresionante cúpula. Se negó a recibir retribución alguna por estos trabajos, entendiéndolos como una manera de dar mayor gloria a Dios.

En esta etapa mantendrá una intensa amistad con la poetisa Vittoria Colonna, que reforzará en él su tendencia a la espiritualidad que se verá en sus últimas obras, como la Piedad Rondanini.

Miguel Ángel falleció en Roma el 18 de febrero de 1564 a los 89 años y fue enterrado en la Iglesia de la Santa Croce de Florencia.

2. Estilo y concepto de belleza en Miguel Ángel

La dilatada vida de Miguel Ángel permite que algunos críticos del arte[1] dividan su obra en tres períodos:

  • Etapa del clasicismo: la belleza de la naturaleza y del cuerpo humano pueden verse revelados a través del arte. El fin es imitar a la naturaleza, y el amor, como medio de conocimiento, le sirve al artista para expresar la compenetración entre artista y naturaleza.
  • Etapa de equilibrio: entre naturaleza o mundo exterior y el mundo interior o alma del artista. La representación interior prima sobre las imágenes exteriores. La belleza visible sigue siendo el símbolo de la belleza espiritual que es la más perfecta de todas.
  • Etapa final: se vuelca totalmente hacia el interior, desconfía de la belleza externa y de la naturaleza; las cosas del mundo son fábulas que impiden la contemplación directa de Dios, que es el fin de todo.

Miguel Ángel fue un pintor renacentista, que fue evolucionando a través de distintas etapas artísticas, y que en la última de ellas asumió el nuevo estilo que se conoce como manierismo, que supuso una radical reacción contra el clasicismo de la edad dorada. Un ejemplo de este estilo es el de sus pinturas en el Juicio Final de la Capilla Sixtina. En él rompe con el sentido cásico de equilibrio, las figuras se agolpan en espacios poco definidos, y se apunta ya a las formas del barroco.

Lo que está claro es que toda la obra de Miguel Ángel y su manera de entender la belleza y el arte reciben la influencia del pensamiento platónico. La belleza externa de las cosas es reflejo de una belleza superior, apunta a una realidad que trasciende la materia de las cosas.

Teniendo esto en cuenta puede comprenderse mejor lo que Miguel Ángel quería decir

Miguel Ángel

Miguel Ángel. Prisionero.

cuando veía en un bloque de mármol la forma por él pensada, toda su naturaleza, que él sólo liberaba de la piedra sobrante.

Creo que la mejor manera de entender a un artista y comprender el estilo artístico que desarrolló es conocer y admirar su obra, pues en ella están presentes todas estas características. Por ello, analizaré tres de las esculturas de Miguel Ángel que más importancia han tenido en la historia del arte.

3. Comentario a las obras de Miguel Ángel (selección)

La producción artística de Miguel Ángel es muy amplia, por lo que en el presente trabajo me limitaré a comentar algunas de las más significativas. He seleccionado tres de sus esculturas, pues aunque Miguel Ángel fue un gran pintor y arquitecto, él se consideraba esencialmente escultor, y de hecho muchas de sus pinturas parecen en realidad esculturas “pintadas”.

  • La Piedad: realizada entre 1498-1499. El material utilizado es el mármol. Su ubicación actual es la Basílica de San Pedro.
La piedad

Miguel Ángel. La piedad

Este conjunto fue un encargo del Cardenal Bilhêres a Miguel Ángel, para ser colocado en su sepultura.

Es una de sus obras de juventud, realizada cuando Miguel Ángel tenía unos 23 años. Era una de sus preferidas, pues de hecho es la única que lleva su firma (en la banda diagonal que lleva la Virgen), lo que indica el orgullo que sentía por el  trabajo realizado.

Es un grupo escultórico realizado en mármol, y corresponde al período del clasicismo, en el que destaca la serenidad de la escena a pesar de su profundo dramatismo.

Representa el momento terrible en el que la Virgen María recoge el cuerpo de su hijo, muerto y destrozado por los tormentos, y lo pone sobre su regazo antes de enterrarlo.

Es un momento dramático, terrible, pero Miguel Ángel quiere presentar esa escena dentro de los gustos del clasicismo renacentista, con contención en las emociones, idealizando los rostros, pero transmitiendo a todo aquél que la contempla, una profunda ternura y admiración por la madre eternamente bella y joven.

Este es uno de los enigmas de esta escultura, el hecho de que la madre parezca tan joven como el hijo, y preciosa es la respuesta que al parecer dio Miguel Ángel cuando le formularon esta pregunta: “las personas enamoradas de Dios, no envejecen nunca”.

En cuanto al análisis formal de la obra, destaca también la minuciosidad con la que esculpe los pliegues del manto de la Virgen, que ayudan a marcar sutilmente su figura, y bajo los cuales se adivinan las dos piernas sobre la que está tendido Jesucristo.

Gran importancia tiene también en esta obra el cuerpo desnudo de Jesús, que aparece totalmente lánguido, resultando increíble que el material de construcción sea un bloque de duro mármol. Sus músculos están marcados, sus venas, los estigmas de su pasión… con una gran minuciosidad y detalle, que confirma el profundo conocimiento que poseía el artista de la anatomía humana.

Ese interés por el cuerpo humano y por el detalle en los pliegues, nos remite de nuevo al más puro clasicismo.

La Virgen inclina ligeramente la cabeza y con su mano izquierda medio abierta, parece indicar la aceptación de la voluntad de Dios.

  • El David: entre 1501-1504. Se encuentra actualmente en la Galería de la Academia, en Florencia, si bien hasta el año 1947 estuvo situada en la Plaza de la Señoría en la misma ciudad, donde hoy día puede verse una copia. Es una escultura de bulto redondo, de 4,34 metros de altura, hecha en mármol.
Miguel Ángel. David.

Miguel Ángel. David.

Encargada en un principio por los canónigos de la Catedral de Florencia, fue adquirida por los mercaderes de lana de la ciudad, para colocarla frente el Palacio de la Señoría, sede del gobierno de la ciudad.

Había sido iniciada por Agostino di Duccio cuarenta años antes, pero ningún otro escultor, hasta Miguel Ángel se había atrevido a trabajar con ella.

Representa al famoso rey bíblico David, antes de enfrentarse al gigante Goliat y vencer así al pueblo enemigo de Israel, los filisteos.

Tiene la obra por tanto doble sentido: por una parte el religioso y por otra el político, pues concibe el colosal desnudo como encarnación de la fortaleza y la ira, símbolos cívicos de las virtudes de la República de Florencia.[2]

Presenta la imagen idealizada del rey como un héroe, pero no aparece como vencedor después de la batalla, sino como símbolo. Manifiesta una de las características más personales del artista: traducir la tensión interior del personaje en una tranquila calma aparente. Añade una dimensión psicológica a la perfección de la figura desnuda.

Recuerda las figuras clásicas de héroes o atletas antes de la competición, y representa el modelo de belleza masculino a través del detallado desnudo.

Vemos la figura de David tensa, concentrada, comprimida como un muelle que acumula la tensión, para luego liberarla en un solo gesto implícito en la estatua.

Es un movimiento en potencia, recayendo el peso del cuerpo sobre la pierna derecha, cuyos músculos parecen contraerse por el esfuerzo. La pierna izquierda aparece ligeramente flexionada hacia delante, dando lugar al contraposto, que crea la impresión de movimiento y rompe la ley de frontalidad.

Para representar la fortaleza y el contraste entre tensión y equilibrio, se acentúan los volúmenes de ciertas partes del cuerpo, como la cabeza o la mano derecha, que sujeta la piedra que lanzará sobre Goliat.

Esa tensión contenida, pero presente, se refleja perfectamente en el rostro, con una mirada intensa, profunda, que dice más de lo que aparenta, como el ceño fruncido y las ojeras marcadas, expresándose fuerza contenida y ese valor del hombre que se prepara para el combate. Se observa ya en esta obra, el inicio de la famosa terribilita que caracterizará otras obras futuras de Miguel Ángel, como el Moisés.

De nuevo es extraordinaria la maestría del artista esculpiendo el cuerpo humano como algo bello que, como obra divina, no hay que ocultar, pues nada feo hay en él, ni tratándose de un personaje de la historia sagrada, como David.

Se pueden apreciar a la perfección los músculos y las venas del cuerpo, el pelo rizado, las cejas, siendo de nuevo el cuerpo y la belleza física del mismo un medio para transmitir ideas superiores y una belleza de índole espiritual, que nos lleva a admirar al héroe y a imitar sus virtudes.

Refuerza la idea platónica de la belleza identificada con los valores morales. El arte sirve también para conmover el alma del que lo contempla, para moverle a la reflexión.

  • El Moisés: realizada en 1515 en mármol blanco de Carrara.

Se encuentra en la Iglesia San Pietro in Vincoli de Roma.

De nuevo el tema de esta obra del cinquecento italiano, es bíblico, siendo el protagonista el profeta Moisés, que había aceptado el mandato de Dios de liberar a su Pueblo de la esclavitud y conducirlos a la tierra prometida.

El artista nos muestra el momento en el que Moisés ha descendido del Monte Sinaí con las tablas de la Ley que Dios le ha dado para su Pueblo, y las lleva bajo el brazo derecho. Pero para su sorpresa, cuando regresa con su Pueblo, encuentra a éste idolatrando un becerro de oro, con lo que se llena de furia por la infidelidad de Israel para con su Dios. Es el momento anterior en el que, dejándose llevar por la ira, rompe las tablas de la Alianza.

Vemos en la escultura un modelado perfecto, en el que destaca de nuevo el gran naturalismo del estudio anatómico: los brazos musculosos de Moisés parecen los de un atleta, y muestran su gran fortaleza física, de nuevo expresión de la  fortaleza interior que le da su fe.

Las ropas caen sobre el cuerpo formando pliegues, donde el contraste entre las luces y las sombras que se forman en el mármol, aumentan el imponente volumen.

A pesar de la posición sedente se da en la figura un ligero contraposto, marcado por el giro de la cabeza y por la posición en movimiento de los brazos; de igual manera, también las piernas insinúan movimiento en potencia.

El efecto es una escultura grandiosa, pero no pesada. En ella se muestra ya con claridad la terribilitá, la tensión dramática, que había sido levemente iniciada en el David.

El rostro de Moisés impone respeto, pues es mucha la ira que contiene; su mirada profunda, las arrugas en la frente, la larga barba rizada, nos anuncia lo que va a suceder. Aquí Miguel Ángel ya ha abandonado los rostros serenos y dulces del periodo anterior, y prefiere la expresividad y el dramatismo, características del manierismo y anuncio del barroco.

Vemos en ella las características del renacimiento: el naturalismo, interés por el cuerpo humano como expresión de virtud y fortaleza, composición eqilibrada, movimiento en potencia, perfección clásica.

Hay en esta escultura un elemento que llama la atención, y que no es exclusivo de este Moisés: los cuernos. Existen diversas interpretaciones al respecto, pero la más extendida hace referencia a la traducción que realizó San Jerónimo en el s. V, de la Biblia del hebreo al latín (la famosa Vulgata).

En hebreo la palabra rayos y cuernos se escriben igual, y cuando el santo llegó al pasaje del éxodo en el que Moisés recibe las tablas en el Sinaí y entra en contacto con Dios, dice el texto que su rostro recibió los rayos de la luz de Dios (su gloria); pero como para San Jerónimo el único que realmente era merecedor de ser portador de la gloria de Dios, de su luz, era Jesucristo, tradujo la palabra hebreo como cuernos, y no como rayos, y por ese motivo en el arte, hasta el siglo XVII-XVIII, se solía representar a Moisés con cuernos.

Más tarde, por las connotaciones negativas que fueron adquiriendo los cuernos, se cambió la traducción de la vulgata por el término “luminosidad”.[3]

Es también cierto que en la antigüedad, muchas culturas veían en los cuernos un símbolo de autoridad, de un poder especial, y por ejemplo, Alejandro Magno solía ser representado con ellos. Ambas explicaciones tienen coherencia y, en cualquier caso, encajan con la idea que el artista quiso transmitir de Moisés, el hombre, el profeta, investido de autoridad divina, que guió a su pueblo hacia la libertad definitiva.

No olvidemos que el Moisés forma parte de la tumba de un papa, y quizá pretendía también indicar que aquél que sigue las leyes de Dios, encuentra en la muerte un camino hacia la salvación definitiva.

4. Conclusión

Miguel Ángel es el gran artista del renacimiento, entendido este concepto en mayúsculas; o por utilizar otro término esencial en esta etapa, es el perfecto humanista: el hombre que ansía conocer y admira la belleza de todo lo creado, y que siente necesidad de crear belleza, de transmitirla a los demás, pues comunicar belleza es una forma de hablar de Dios, de hacerlo presente y eterno, como eternas e inmortales son sus obras.

Cuando alguien contempla la Piedad, el Moisés o el Juicio Final, sea o no creyente, se sobrecoge. Si de verdad se abre a la contemplación, percibe una verdad que, contenida en una escultura o en una pintura, pretende llevarnos más allá, apunta a la trascendencia, según el concepto neoplatónico (Ideas).

En las obras de Miguel Ángel, la realidad material sobre la que trabaja, nos descubre una realidad espiritual, que para él era lo realmente importante.

Como he dicho antes, Miguel Ángel  atravesó distintas etapas: la clasicista, en la que busca la Belleza ideal, como en el David o la Piedad; la etapa de madurez, en la que se observan ya sus tendencias manieristas, como en el Moisés y la última etapa, la de su vejez, en la que se produce una ruptura con lo anterior, y buscará la expresión de la Idea plena, de misticismo desgarrado, como en la Piedad Rondanini.

No desarrollo de nuevo los elementos renacentistas de sus obras, porque ya lo he hecho en los comentarios realizados, pero terminaría con una frase que de él se ha repetido incansablemente y que que resume el genio del que estamos hablando, cuando se dice de él que “sacaba vida de las piedras”.

No existe mejor definición de lo que es un artista.

Te recomendamos la lectura de éste y anteriores artículos escritos por alumnos de la UCV «San Vicente Mártir» sobre los planteamientos estéticos del Renacimiento – arte y filosofía- Miguel Ángel

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[1] Víctor Nieto Alcaide- Fernando Checa, El Renacimiento, Ed. ISTMO, 2000.

[2] AA.VV., Miguel Ángel, en Grandes artistas y genios de la pintura, Planeta de Agostini, 2004, pp. 41-42.

[3] Ex. 34, 29.

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Catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la UCV "San Vicente Mártir". Autor, entre otras obras, de "Los Nuevos Redentores" (Anthropos, 1987), "Tecnología y futuro humano" (Anthropos, 1990) y "La violencia y sus claves" (Ariel Quintaesencia, 2013).

jsanmartin

Catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la UCV "San Vicente Mártir". Autor, entre otras obras, de "Los Nuevos Redentores" (Anthropos, 1987), "Tecnología y futuro humano" (Anthropos, 1990) y "La violencia y sus claves" (Ariel Quintaesencia, 2013).

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