María Zambrano, La tumba de Antígona – libro de filosofía
Antígona como dimensión autobiográfica de María Zambrano
Como se recuerda en http://www.buenastareas.com/ensayos/Ant%C3%ADgona-y-Zambrano/3152586.html, La tumba de Antígona es uno de los escritos zambranianos más publicados y republicados. Desde su aparición, en 1967, existen al menos 7 ediciones diferentes:
1) María Zambrano. La tumba de Antígona, Siglo XXI, México D.F., 1967, Colección Mínima, 90 págs.;
2) Litoral, Torremolinos, Málaga, nºs. 121-122-123, págs. 25-85; está incluida en
3) Senderos (Los intelectuales en el drama de España. La tumba de Antígona), Anthropos, Barcelona, 1986, Colección Memoria Rota, Exilios y Heterodoxias, nº. 8, págs. 199-165;
4) Mondadori, Madrid, 1989;
5) Litoral (conjuntamente con Diotima de Mantinea), Torremolinos, Málaga, 1989, nºs. 124-125-126;
6) S.G.A.E. (versión de Alfredo Castellón), Madrid, 1997
7) la que aquí comentamos, Cátedra, Madrid.
El interés de María Zambrano por la figura de Antígona acompaña a la autora a lo largo de su trayectoria como escritora. Los motivos del interés de Zambrano por el personaje de Sófocles son diversos, y propia su interpretación de Antígona. En la figura trágica griega ve Zambrano la encarnación de toda una época: la suya propia, reprimida por la guerra civil y el consiguiente exilio.
Pero también declara María Zambrano que es esta la tragedia de Sófocles «más cercana a la filosofía», motivo este clave para entender el interés de la filósofa: poesía sí, pero no ajena al conocimiento. En La tumba de Antígona, la autora abandona su habitual estilo ensayístico y construye diversas voces para sus personajes de ficción. «La tumba de Antígona» es un texto clave en la trayectoria de María Zambrano. Antígona será en esta obra la que hable, pero también la que escuche. Pregunta para saber. Su palabra ilumina, pero también será iluminada en un mundo donde voces y ecos se entrelazan estrechamente.
Semblanza de María Zambrano por Rafael Enrique Aguilera Portales ( Universidad Autónoma de Nuevo León, México).
María Zambrano [Vélez-Málaga (Málaga), 1907 – Madrid, 1991] es ante todo una intelectual libre, rigurosa, profunda, independiente, extraordinariamente sensible que ha elaborado una creación filosófica sumamente original e innovadora. La autenticidad de su pensamiento se basa, sin duda, su propuesta de razón poética, una razón engendradora, transformadora y creadora del vivir sintiendo, donde se condensa parte de su filosofía y que podríamos resumir diciendo: “encontrar en la Razón, Vida, o en la Vida, la Razón”.
María Zambrano toma como propio el apotegma ortegiano reiterado “Yo soy yo y mis circunstancias” porque entiende que lo característico del pensamiento español es el amor intellectualis spinoziano, donde la filosofía actúa como salvadora y superadora de dichas circunstancias.
La vida azarosa, contingente, incierta del exilio político de María Zambrano la predispuso a una visión dinámica de la vida, un “relativismo positivo” como afirma el profesor Juan Fernando Ortega Muñoz. Esta singular pensadora malagueña es la discípula más heterodoxa y fiel de su maestro Ortega y Gasset, a diferencia de otros discípulos suyos, José Gaos, García Morente, Xavier Zubiri, Julián Marías, José Luis Aranguren, Tierno Galván, Luis Recasens Siches, Joaquín Xirau.
Zambrano, en sentido filosófico, es hija de su época, y por tanto, nada ajena a las corrientes de pensamiento que imperaban en ese momento: la filosofía existencial, fenomenológica y vitalista sobre todo, aunque sus preferencias fuesen marcadamente hacia los griegos, hacia Plotino y Spinoza, cuyo pensamiento a la vez ético y metafísico se hallaba más acorde con su propia forma de sentir. Pero no sólo a los filósofos debe la consecución de su particular forma de pensar, sino también a autores que pertenecen al ámbito de la psicología, de la mística, y de la antropología de la religión.
La generación del 27 sufre la experiencia más devastadora, marcada por la Guerra Civil española y su exilio. Esta gran generación se perdió para España, pero fructificó en otros pueblos, especialmente América. Los españoles vivieron su “segundo descubrimiento” de América, se integraron con todos esos pueblos, y éstos recibieron la llamarada de la esperanza y de cultura que llevó el exilio intelectual republicano. Sin duda, México, especialmente, desde finales de 1938 fue enriquecida, germinada y henchida por la presencia de filósofos, poetas, literatos españoles que impartieron clases, cursos, conferencias, muchos de los cuales dejaron su vida en esta tierra hospitalaria, fértil y fecunda.
En aquellos años que precedieron su exilio, conoció y entabló amistad con Bergamín, Luis Cernuda, Jorge Guillén, Manuel Altoaguirre, Rafael Dieste, Emilio Prados, León Felipe y también a Miguel Hernández. Se casa en septiembre del 36 con Alfonso Rodríguez Aldave, recién nombrado secretario de Embajada de España en Santiago de Chile, con quien emprende un primer viaje a La Habana, de donde vuelven al año siguiente, él para incorporarse a filas, ella para colaborar con la República
Perdida la causa republicana, María Zambrano sale de España el 28 de enero de 1939. Dejó atrás todo lo suyo, incluida una caja con los apuntes de las clases de Ortega y de Zubiri que había preparado para llevarse. Fue, escribió, un acto de renuncia que le permitió recuperar, desde el fondo de la memoria, de manera necesaria, el contenido que tanto le había marcado. París, e inmediatamente México, luego de nuevo La Habana, son los primeros hitos del exilio.
Zambrano llegó a México invitada por la Casa de España, cuyo presidente era, en ese momento, el gran intelectual mexicano don Alfonso Reyes, quien la invitó a impartir unas conferencias tituladas Pensamiento y poesía en la vida española. De allí se traslada de la ciudad de Morelia, capital de Michoacán, (antigua Valladolid), su primera casa como exiliada donde escribe su gran obra Filosofía y poesía. En Morelia inmediatamente fue nombrada profesora en la Universidad San Nicolás de Hidalgo. El libro nació como un homenaje a la Universidad que la cobijada, arropaba, dándole asilo político, universidad que tenía todo el calor de Castilla. La Universidad de San Nicolás de Hidalgo, descendiente directo de los estudios de Humanidades, fundada por don Vasco Quiroga, singular varón renacentista que fundó la Utopía de la Republica cristiana de Tomás Moro en Michoacán con la experiencia de los hospitales-pueblo, verdadero experimento sociológico-utópico del siglo XVI.
“Yo llegué a México invitada por la Casa de España, que muy pronto se llamaría El colegio de México. Era un gesto realmente inusitado, ningún país nos quería a los refugiados españoles, sólo México, sólo México, no me cansaría de decirlo, como una oración. Sólo México nos abrazó, nos abrió camino (…)”. Zambrano conoce y entabla amistad con Octavio Paz y León Felipe. También en ese año publica en México las conferencias dictadas Pensamiento y Poesía en la vida española, y su gran libro Filosofía y Poesía, a la que seguirá una intensa actividad literaria. Como diría Pablo Neruda: “México, has abierto tus puertas y tus manos al errante, al herido, al desterrado, al héroe”.
En 1942, María Zambrano es nombrada profesora de la Universidad de Río Piedras, en Puerto Rico. Progresivamente, se va dibujando en ella la necesidad de atender a eso que empieza a denominar «razón poética», una razón que diera cuenta de la recepción vital de los acontecimientos y se elaborara por la palabra, una razón siempre «naciente».
María Zambrano conocería el exilio en México, Puerto Rico, Cuba, Francia, Italia, Suiza, al final de su vida regresaría a España. Mientras tanto, en España, poco a poco, tras la caída del régimen franquista, se empieza a conocer progresivamente a la escritora e intelectual. En 1981 se le otorga el Premio Príncipe de Asturias de Comunicaciones y Humanidades. Igualmente su ciudad natal Vélez-Málaga resuelve nombrarla hija predilecta de la ciudad. Desde Ginebra, donde se había instalado en 1980, regresaría por fin a Madrid en el 1984, después de cuarenta y cinco años de exilio. En 1985 es nombrada hija predilecta de Andalucía. En 1986 es entregado el doctorado honoris causa por la Universidad de Málaga. En 1988 le fue concedido el Premio Cervantes de Literatura y entregado solemnemente por su majestad el Rey Juan Carlos I. Zambrano Falleció en la capital española el 6 de febrero de 1991.
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