La prioridad de la democracia sobre la filosofía
Artículo de filosofía
A principio de los años noventa del siglo pasado el filósofo italiano Gianni Vattimo publicó un conjunto de ensayos que llevaba por título La secularización de la filosofía. Uno de los ensayos era del filósofo norteamericano Richard Rorty y llevaba por título La prioridad de la democracia sobre la filosofía. El artículo es un lúcido y discutible ensayo donde se evalúa el impacto de John Rawls en el conjunto de la ética y la filosofía política contemporánea.
Recordemos que en la primera página de su obra Teoría de la Justicia (1971), Rawls realiza una afirmación con la que traza una línea muy clara en la filosofía política: “La justicia es la primera virtud de las instituciones sociales, como la verdad lo es de los sistemas de pensamiento”. Al distinguir claramente entre justicia y verdad está dejando muy claro que sus reflexiones filosóficas tienen como finalidad pensar los principios de justicia de las democracias liberales marcadas por el hecho del pluralismo. A diferencia del epistemólogo, el metafísico o el filósofo a secas, el filósofo de la política está obligado prioritariamente a construir una teoría de la justicia. ¿Esto significa dar la espalda a una teoría de la verdad? ¿Significa un olvido de la verdad para construir una sociedad justa? ¿Qué es más urgente, la justicia o la verdad?
No se trata de un tema baladí porque varios años más tarde, ante los comentarios de los críticos a su teoría, en 1985 nos ofrece un artículo con el significativo título “Justicia como imparcialidad: política, no metafísica”. Con ello vuelve a rehacer la línea que separa una teoría política de la justicia y una reflexión metafísica sobre la verdad. Rorty vuelve a retomar este ensayo para dejar claro un horizonte de investigación filosófica que podemos llamar post-metafísico porque construye reflexiones filosóficas útiles y productivas para el ciudadano de las democracias liberales.
Partiendo de estos planteamientos se ha construido una ética pública y una filosofía política donde la verdad es, cuanto menos, un problema incómodo en las discusiones académicas públicas. Es mucho más fácil analizar las teorías de la justicia sin plantearnos la verdad de las ideas o creencias de una sociedad; es mucho más fácil instalarse en el emotivismo de las opiniones que en la verdad de las argumentaciones. Quienes se toman en serio la filosofía se resisten a prescindir de la verdad y quieren articular propuestas con fundamento.
Estos planteamientos de política post-metafísica han ido calando en el conjunto de la ciencia política, del derecho y de las ciencias sociales. Tanto es así que en el ámbito de la educación en general, y de la educación social en particular, el debate sobre las teorías de la ciudadanía está claramente marcado por esta línea trazada por Rawls. Tan importante ha sido el impacto en los programas de formación filosófica del bachillerato que los temas relacionados con la verdad han sido sustituidos por los temas relacionados con la justicia. Recordemos que la materia que antes se llamaba Filosofía ha cambiado su nombre y ahora se llama Filosofía y Ciudadanía. Materia que antes impartían profesores con estudios filosóficos adecuados y que ahora imparten expertos en ciencias sociales.
Esta será una de las cuestiones centrales en la reforma del bachillerato que está diseñando el actual gobierno. Recordemos que el gobierno se ha comprometido a suprimir del curriculum educativo la Educación para la Ciudadanía y está obligado a tomarse en serio la Filosofía. Como aún no sabemos por dónde irán los programas de esta rehabilitación de la Filosofía sería bueno que desde la comunidad educativa prestásemos más atención a estos debates que habían obligado a vivir con el corazón partido entre la verdad y la justicia.
Aunque el debate social y político se ha simplificado con la materia de Educación para la Ciudadanía, el problema que tenemos como comunidad filosófica no está resuelto. Se trata de un problema apasionante para quienes creemos que no son incompatibles la justicia y la verdad, la solidaridad y la verdad o la democracia y la filosofía. Un desafío importante para reconstruir un tipo de filosofía que se resista a la sofística y la demagogia, dispuesta a dar cuenta y razón de las verdades que alientan la vida democrática. Quizá un desafío martirial donde los filósofos tengan que empeñar su vida y, como Sócrates, pongan a prueba sus vidas ante la despiadada ingratitud de sus democracias.
Agustín Domingo Moratalla
Profesor Titular, Depto. Filosofía del Derecho, Moral y Política
Universitat de València
http://marineroet.blogspot.com
La prioridad de la democracia sobre la filosofía
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