E. Vizcaya, L. Pacheco y O. Miramontes (2013): Ciencia y sociedad. Pinceladas, CopIt-arXives
[themecolor]Un relevante texto de acceso libre sobre Ciencia, Tecnología y Sociedad[/themecolor]
Los editores de este libro (E. Vizcaya, L. Pacheco y O. Miramontes) parten considerando que, en su génesis o en su desarrollo a lo largo de la historia, la ciencia ha estado involucrada en ámbitos sociales rebosantes de tensión y de conflicto como el poder y la producción. Si los editores están pensando en el proceso de obtención de la ciencia, no puedo estar más de acuerdo. Si se refieren también al producto -en concreto, a las teorías científicas como la parte más articulada del conocimiento científico-, creo que no tendría más remedio que disentir de ellos.
Eso, desde luego, no sería óbice para que, coincidiendo con los planteamientos de este libro sobre ciencia y sociedad, yo considerase también, como ciertamente lo hago, que es necesario advertir que la práctica científica ni es neutral, ni es inocua. Y que, por eso mismo, si viviéramos en una sociedad democrática realmente participativa, antes de impulsar determinados programas de investigación sería preciso abrir escenarios públicos de discusión y de toma de decisiones sobre las implicaciones éticas, sociales y medioambientales de los mismos.
No faltará quien ante estas últimas palabras aduzca que, para eso, ya están los parlamentos y los ejecutivos de los sistemas democráticos formales (donde los haya). Para mostrar lo erróneo de esta opinión, creo que bastaría con visitar las instalaciones del Parlamento Europeo en Estrasburgo y comprobar el papel que juegan en los desarrollos legislativos de la UE los múltiples lobbies instalados en sus cercanías; sí, esos lobbies que mantienen una interlocución directa y eficaz (para los intereses de sus empresas) con los diputados europeos (con independencia de su ideología) a fin de que tengan ¡la mejor información posible acerca de las temáticas sobre las que van a legislar!
Pues bien, este libro apunta en una dirección que me parece muy razonable. Yo amo la ciencia tanto como me disgusta que sus líneas de investigación respondan más al interés que al conocimiento. Hacer que prime el interés sobre el conocimiento me parece la mejor manera de podar el árbol gigantesco de la ciencia posible para convertirlo en el bonsai de quienes sólo la ven al servicio de sus intereses de empresa. De ahí que me parezcan encomiables los fines de esta publicación (los mismos del Seminario sobre Ciencia-Tecnología-Sociedad de la UNAM que la han visto nacer), a saber:
“fomentar la formación de científicos con conciencia de sus responsabilidades éticas y socioambientales; la reflexión crítica y autocrítica sobre las implicaciones sociales de la labor científica; el intercambio inter y transdisciplinario, así como la defensa de la dignidad humana con dimensiones planetarias”.
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