Hobbes, Th. (2015). De cive. Madrid: Ed. Tecnos
[themecolor]Hobbes y las raíces de la modernidad política[/themecolor]
En un momento como el actual en el que los cimientos de la cultura política moderna están evidentemente cuestionados y sometidos al juicio de unos hechos que parecen ir claramente en contra suya, resulta más necesario que nunca clarificar las raíces de la modernidad política.
Este es el motivo que ha llevado a quienes hacen Clásicos del Pensamiento de Tecnos, a publicar una nueva edición de la traducción de De Cive desde el original latino que en su día preparara la Dr. Andrée Catrysse, a la que se añade un trabajo preliminar de Richard Tuck, el más brillante exponente de la segunda generación de la Escuela de Cambridge.
De Cive («El ciudadano») es una de las obras principales de Thomas Hobbes. El libro fue publicado originalmente en latín en París en 1642. Le siguieron otras dos ediciones (también en latín) en 1647 en Amsterdam. La traducción al inglés de la obra se publicó cuatro años más tarde (Londres, 1651), bajo el título Philosophical Rudiments Concerning Government and Society.
La famosa frase “bellum omnium contra omnes” («guerra de todos contra todos») apareció por vez primera en De Cive.
Algunas opiniones sobre Hobbes y De cive.
«Entender al ser humano, a todo ser humano, como ciudadano, como partícipe a pleno derecho de una comunidad política, es el más seguro pilar de la democracia. Ese convencimiento moral ha ido elaborándose a través de la historia, en Occidente, mediante un proceso largo y difícil, lleno de reveses aunque también de logros felices. Hoy, en pleno siglo XXI, en plena mundialización, el proceso no ha culminado aún. No hemos ampliado todavía la noción de comunidad política a sus límites deseables y naturales, que son los de la humanidad.
El tribalismo, el particularismo moral, el comunitarismo étnico y, naturalmente, el nacionalismo –tanto el opresor como el excluyente- son escollos que se interponen ante ese esfuerzo civilizatorio universalista. Son difíciles de salvar. Siguen aún dividiéndonos, disminuyéndonos en dignidad, haciéndonos extraños los unos ante los otros. La senda hacia la ciudadanía universal no está todavía cubierta. Falta mucho trecho. Aunque nada impida que nos empeñemos en continuar siguiéndola.
En esa larga aventura de la razón y la voluntad civilizatoria la obra Del ciudadano o, según el título latino que siempre suele usarse, De cive, de Thomas Hobbes, ocupa un lugar crucial. Apareció en París en 1642 y recibió inmediatamente considerable atención en el descollante círculo intelectual en el que se movía a la sazón Hobbes. (La edición inglesa es de 1651, y lleva por título De Cive, Philosopohical Rudiments Concerning Government and Society) Su autor, el más grande filósofo político que haya engendrado Inglaterra, laboró en numerosos frentes del saber –sobre todo en ciencia natural, desde la óptica a la matemática- con varia fortuna. Su herencia imperecedera se halla en el campo de la filosofía política y, por extensión, en la ciencia social. Los tiempos turbulentos y peligrosos que le tocó vivir inspiraron su obra y radicalizaron los argumentos sobre los que descansa. Hobbes jamás deja indiferente.» (Salvador Giner, HOBBES, FUNDADOR DE LA CONCEPCION MODERNA DE LA CIUDADANIA).«Yo creo que la historia se mueve en espirales. Hay ciertos autores que se vuelven interesantes porque escriben sobre situaciones que se parecen a determinadas situaciones posteriores. Durante el siglo XIX nadie pensaba mucho en Hobbes porque sus ideas no parecían naturalmente relevantes para sociedades como la Inglaterra victoriana, la Francia del siglo XIX, los Estados Unidos y ni siquiera la Italia o la Alemania de entonces. Pero el siglo XX está políticamente más cerca del XVII. Las grandes luchas violentas por el poder, el surgimiento de Estados totalitarios, la brutalidad, el peligro a que está expuesta la vida individual son incluso mayores en este siglo que en aquél. Una de las cosas de las que habló Hobbes es de la protección contra el asesinato. La gente temía morir violentamente. La posibilidad de una muerte violenta era más real en la Inglaterra del siglo XVII que, por ejemplo, en la de John Stuart Mill. De modo que en nuestra época Hobbes volvió a hacerse interesante. Hay ciertos momentos en que ciertos períodos del pasado cobran interés. La Atenas del siglo III no le interesa a nadie porque sus problemas nos resultan demasiado lejanos. En esto Croce tiene razón: todos los problemas reales son de algún modo contemporáneos. Hobbes describe un Estado autoritario, haciendo hincapié en leyes carentes de método legal de reforma. La razón para que obedezcamos al Estado es la protección que ofrece a nuestra seguridad. Son primordiales el miedo a la muerte, al daño o a la inseguridad. Así es en el fascismo o en otros sistemas totalitarios, donde la razón que uno obedece es la del miedo. La gente siguió a Mussolini porque le daba miedo la anarquía, la ocupación de fábricas por los obreros, hasta liberales como Croce o y Toscanini lo siguieron al principio, y pronto se arrepintieron. El motivo mayor de Hobbes es el miedo al desorden.» (Ramin Jahanbegloo. Fragmento de CONVERSACIONES CON ISAIAH BERLIN)
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