Lewis Munford (2013): Historia de las utopías
Una vida buena: la utopía de Mumford
por Alfredo Esteve, profesor del Grado en Filosofía
UCV «San Vicente Mártir».
FICHA TÉCNICA
Título: Historia de las utopías
Autor: Lewis Mumford
Editorial: Pepitas de Calabaza
Primera edición: 2013 (primera edición original en 1922)
Ciudad: Logroño
Páginas: 296
El autor
Lewis Mumford (1895-1990) fue un prolífico intelectual estadounidense, eminentemente autodidacta, que reflexionó de manera amplia sobre la ciencia y la tecnología, así como sobre cuestiones relacionadas con el urbanismo, el territorio, etc., reflexión que ha inspirado innumerables obras. Su vasta cultura ha propiciado que en ellas se perciba la presencia de diversas disciplinas más allá del tema que estrictamente se trate en un determinado trabajo, fenómeno que queda perfectamente manifestado en el libro que aquí nos ocupa.
Mumford fue miembro fundador de la Regional Planning Association of America, colaboró durante muchos años con el New Yorker, también con diversas universidades, y ha sido premiado con numerosas distinciones.
Entre sus libros, además del que nos ocupa, cabe destacar:
– Technics and civilization (1934)
– Art and technics (1952)
– The transformations of man (1956)
– The city in history (1961)
– The myth of the machine (2 vol.): Technics and human development (1967), The pentagon of power (1970)
Comentario
La Historia de las utopías es mucho más que una mera relación de las distintas utopías que diversos autores nos han ido ofreciendo a lo largo de la historia. Es cierto que Mumford se propone con este libro un objetivo que destaca por sí mismo: darnos a conocer aquellas utopías más relevantes de todos los tiempos, desde la República de Platón hasta algunas de las numerosas propuestas que se realizaron en los siglos XVIII y XIX. Pero a mi juicio no es el único objetivo, quizá ni siquiera el más importante, porque en el fondo lo que busca Mumford es una reflexión crítica de lo que constituye una vida buena, y una vida buena vivida en sociedad —como no podía ser de otra manera—.
Para ello utiliza un método que no deja de ser original, como es analizar las utopías que en distintas épocas se han escrito, porque tal y como él ha percibido muy perspicazmente,
«casi cualquier utopía supone una crítica implícita a la civilización que le sirve como trasfondo».
Se podría afirmar que la historia de las utopías permite realizar una lectura paralela de la historia de las culturas, o por lo menos erigirse en un buen complemento. Analizando las sociedades utópicas, de alguna manera uno se familiariza también con aquellos elementos de las sociedades respectivas que se pretenden mejorar. Pero no sólo eso, sino que también se familiariza con sus potencialidades, pues de la misma manera casi cualquier utopía
« (…) constituye un intento de descubrir las potencialidades que las instituciones existentes o bien ignoran o bien sepultan bajo una vieja corteza de costumbres y hábitos».
Pero las utopías también poseen algún aspecto negativo, como es el hecho de que intentando extraer lo mejor de su sociedad,
«dejaban fuera muchos componentes necesarios que, como los elementos básicos de una aleación, fortalecen los metales preciosos y los hacen más duraderos».
Esto es, que como utopías que son, no pueden ser consideradas demasiado realistas. Esta es quizá la gran crítica que Mumford realiza a las utopías: que no consideraban el factor humano, ese factor tan difícil de predecir; en palabras suyas,
«por ser —estos planes para un nuevo orden social— abstractos y toscos y no tener en cuenta la inmensa diversidad y complejidad del entorno humano».
A menudo, las colaboraciones entre grupos de personas o diversos sectores de la sociedad son complicadas, pero más complicados son los factores humanos que intervienen en dichas colaboraciones, y que dificultan a menudo cualquier pretensión de cooperación en mayor medida que las propias dificultades técnicas.
Este hecho pone encima de la mesa la complejidad de pasar de cualquier utopía, que no deja de ser una utopía de papel, a la vida real. Y ya no sólo eso, sino que previamente a ello nos lleva a reflexionar si finalmente la mejor utopía —la única— no sea la misma vida real. Esta es, en efecto, la opinión de Mumford:
«mi utopía es la vida real, aquí o en cualquier parte, llevada hasta los límites de sus posibilidades ideales».
Porque por mucho que nos esforcemos, en la existencia real se dan multitud de elementos que interaccionan de modo totalmente imprevisible, innumerables acontecimientos que incluso se nos escapan o no podemos articular adecuadamente, constituyendo a los ojos del autor
«una realidad que sobrepasa todo lo que uno pueda imaginar o representarse mediante el solo ejercicio de la inteligencia pura».
En cualquier caso, conscientes de que «las ciudades y las mansiones con las que sueña la gente son aquellas que finalmente habita», las utopías no dejan de tener importancia en la medida en que son capaces de abrirnos los ojos, de hacernos cuestionar esas creencias que tan subrepticiamente dirigen nuestras vidas, verdadero subsuelo que a menudo pensamos más firme que la tierra que pisamos (como la misma idea de Estado), para proponernos modos de vida que si bien en un principio pueden parecer… utópicos, la historia ha demostrado que no en todos pero sí en algunos casos no eran tan descabellados. De alguna manera, los sueños utópicos marcan nuestras trayectorias terrenas.
Hay ideas utópicas interesantes y que son comunes a diversas propuestas como una percepción amplia y global de la comunidad, o como la alta consideración de una forma de vida austera; de la misma manera, hay utopías que realizan lecturas sesgadas y partidistas acabando por tomar la parte por el todo, creando sectarismos militantes que tienden a
«limitar el mundo con el que podemos establecer relaciones y, en consecuencia, a empobrecer la personalidad».
Hay utopías que realizan propuestas pedagógicas sorprendentes por su interés y acierto; hay otras que provocan rechazo por la poca o nula consideración que realizan del ser humano en cuanto tal. En definitiva, se percibe cómo Mumford es capaz de conjugar aspectos más allá de los meramente históricos, dando cabida a elementos antropológicos, psicológicos, sociológicos, económicos, políticos,… que hacen de este trabajo una obra atractiva; obra en la que realiza una crítica de todas las utopías en favor de la que quizá sea la mayor de todas, y que acaso nunca deje de ser nuestra verdadera y profunda utopía: una vida buena.
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