La virtud como base del liderazgo responsable, por Marta Z. Carrasco

[themecolor]EL FACTOR RECURRENTEMENTE AUSENTE.[/themecolor]

 Por Marta Zulma Carrasco Meso. Estudiante en Uruguay del Grado en Filosofía UCV  ̈San Vicente Mártir”.

Hasta no hace mucho tiempo, los ejecutivos de las empresas confiaban en la solución de la confección y trazado anticipado de planificaciones y estrategias, con el fin de prever el futuro de las mismas. Pero el mundo vertiginoso de nuestros días, de mercados y políticas tan inconstantes como impredecibles, está impidiendo realizar proyecciones fiables a largo plazo. Las empresas de hoy se ven en la necesidad de revisar sus modelos a corto plazo, e invertir gran parte de sus esfuerzos en acompasar sus dinámicas, con la inclusión de nuevas tecnologías que van marcando el ritmo de los cambios de los nuevos tiempos. La revolución tecnológica que impacta principalmente en las comunicaciones, y que toca transversalmente la mayoría de los procesos que se realizan en toda organización, vuelven necesarias nuevas capacitaciones y entrenamientos en el uso de esas nuevas herramientas tecnológicas en las diferentes áreas donde estas intervienen.

Se crean monopolios de comercios y empresas cada vez mayores que generan productos, servicios y hombres similares a las organizaciones que los emplean. Y sobre estos grandes buques empresariales navegan los recursos humanos con destinos inciertos. Recursos humanos que son los soldados ejecutores de los caprichos de los mercados.

[themecolor]Cambios acelerados en nuevos paradigmas[/themecolor]

Los cambios acelerados y (desesperados) en los nuevos paradigmas empresariales, para los que no se ha preparado con la debida antelación a los miembros de menor jerarquía , que por regla general suelen enterarse cuando estos ya están implementados, pueden llegar a influir negativamente en el ánimo de sus miembros, generando incertidumbre, ansiedad y en algunos casos inestabilidad emocional por la ausencia de la debida información a tiempo.

La repetición de la suma de estos factores a largo plazo, puede ocasionar que el individuo pierda la visión de su objetivo personal, que es sustituido en algunos casos, por el objetivo empresarial. Cuando esto sucede, se corre el gran riesgo de asumir que, si el trabajo falla o se acaba, también se acaba parte del sentido que el individuo le dio a su propia vida.

Muchas veces la deshumanización sistemática que sufre el individuo por las malas condiciones laborales, o las presiones y demandas desajustadas de algunas empresas que luchan unas contra otras por un lugar de preeminencia en las economías del mundo globalizado, van creando sin saberlo individuos infelices y desorientados que han hipotecado en algunos casos sus vidas, atadas al rumbo incierto de estas grandes empresas. La necesidad de persistir obligadamente en los puestos de trabajos, inadecuados a menudo, debido a las crisis económicas, genera de igual manera disfunciones en el individuo que no logra vivir una vida plena.

Para muchos personas, sus propios trabajos son, además de la fuente de su sustento, la formación mas importante que poseen, por tanto no sólo debe existir la capacitación para la función que la empresa requiere, sino que ha de facilitarse también la posibilidad de desarrollo y formación complementaria de estos individuos en otras áreas diferentes, que no tienen por qué ser necesariamente de beneficio directo para la empresa. Pero no podemos hacer recaer el peso de la responsabilidad de la falta de ciertos elementos fundamentales para el buen desarrollo de una vida adecuada en el ámbito laboral sólo en los hombros de la empresa, ya que cada uno de nosotros tiene la responsabilidad y la posibilidad de generar con pequeños hábitos positivos, los cambios necesarios e importantes en nuestro entorno para mejorar nuestra vida y la de los demás.

El compromiso de todo individuo laboralmente activo no debe agotarse en el mero rol bilateral de trabajador y trabajo dentro del sistema empresaria sino que nuestro compromiso como seres humanos sociales que somos, debe tener alcances mayores, profundizándose nuestra actuación en la relación (del nosotros con los otros), plano que muchas veces dejamos en segundo lugar.

Nadie más que nosotros mismos , independientemente del cargo o función que ocupemos , tiene la posibilidad de mejorar el entorno en el que participa, humanizando aquellos espacios donde el factor esté ausente, aun hallándose en el escalón más bajo, o más alto de la pirámide empresarial.

[themecolor]Virtud y liderazgo[/themecolor]

Históricamente, con el fin de maximizar los rendimientos y la mejora en la buena gestión empresarial, los miembros ejecutivos, han buscado en los mandos superiores y medios, un valor agregado “muy escaso en estos tiempos”, que los ayude a conciliar los intereses empresariales con las demandas de sus recursos humanos. Este factor que se ha utilizado para diferentes fines, es: El LIDERAZGO, muchas veces concebido dentro del propio paradigma empresarial, cuyo rol principal siempre ha sido el de influenciar a sus trabajadores, en pos del logro del objetivo final para el cual fue creada la organización, lo cual parece bastante razonable.

Pero el problema surge cuando ese individuo , dotado de la capacidad de liderar, se encuentra desprovisto de un factor , que a nuestro juicio, debe ser la base sobre la que edificar todo liderazgo responsable : LA VIRTUD.

Creemos que la influencia ejercida por un líder sin virtudes es, sin duda alguna, nefasta, independientemente del escenario social donde se ejerza. No podemos dejar de reconocer que un líder, como cualquier persona, puede optar por inclinarse hacie el bien o hacia su opuesto, y de hecho la historia y la vida cotidiana nos han mostrado que esta aseveración es muy cierta, pero sólo el líder que elija la práctica sostenida de las virtudes y se incline por el bien en las decisiones y acciones de su vida es el que obtendrá naturalmente ese plus de autoridad que sólo le puede ser conferido a través del reconocimiento de sus pares.

[themecolor]Sobre la virtud[/themecolor]

Las virtudes no nacen en los árboles, ni se aprenden en la teoría de los libros, sino que son la consecuencia propia de la consolidación de las prácticas virtuosas continuas del individuo a lo largo de toda su vida, de tal forma que es el producto natural que identifica un hábito estable en el individuo, en el ejercicio libre y constante de su sabiduría, su prudencia e inclinación constante a obrar bien.

El concepto aristotélico del hombre virtuoso de aplicabilidad cierta en todos los ámbitos de la vida humana surge como un postulado irrenunciable e innegociable para la sostenibilidad de una convivencia social más productiva , apacible y equilibrada, necesaria hoy más que nunca en nuestro tiempo. Por lo que el liderazgo responsable, basado en los valores del hombre virtuoso, hace que la buena influencia ejercida sobre sus pares se libre del uso del poder coercitivo, surgiendo como resultado de esta interacción entre las partes una natural autoridad, cuyo depositario es el líder, que provoca en los demás la confianza y el deseo de seguirle, porque simplemente muchas veces sus seguidores quieren parecérsele.

Por todo lo expuesto un liderazgo virtuoso no puede ser enseñado ni en cursillos, ni en charlas motivacionales , ni puede ser concebido para el beneficio personal o de unos pocos. Sea cual fuere el papel o lugar que nos toque desempeñar en la vida, hemos de inclinarnos por el buen obrar: sin esperar ser el ejemplo, habremos de obrar conforme al ejemplo.

Gandi sobre los peligros  que acechan a la virtud

Gandhi sobre los peligros que acechan a la virtud

El cambio de paradigma al que debemos responder en nuestro ámbito laboral y en nuestra vida ha de ser el de una nueva manera de ver las cosas que suceden a nuestro alrededor: debemos desterrar el mito de que sólo se debe exigir a los hombres populares que ejercen los grandes cargos el hábito de la virtud, ya que todo hombre por el sólo hecho de serlo, independientemente de su condición social, debería inclinarse hacia la elección de hacer el bien en el momento preciso. Esta actitud consciente debe estar presente en las pequeñas y grandes acciones de nuestra vida.

Ésta es la única forma de combatir la indiferencia, que se ha apoderado en gran medida de nuestra sociedad. Éste es un antídoto infalible contra la injusticia, el abuso, la discriminación, la intolerancia, el egoísmo, la insensibilidad y tantos otros síntomas de disociación social que amenazan con extenderse a todos los ámbitos de nuestras relaciones humanas.

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