Participación y ciudadanía: la libertad de los modernos en Constant

[themecolor]Ciudadanía y participación[/themecolor]

José Luis García Martínez

Universidad de Valencia

1. Sobre la libertad

La participación ciudadana es una de las grandes exigencias que se demandan desde diferentes posicionamientos. Se pretende que los ciudadanos puedan determinar las acciones políticas, puesto que son los afectados por ellas. Añadamos a este deseo las nuevas tecnologías, que han supuesto nuevos caminos de comunicación y de gestión de información, y que abren posibilidades de participación (en un grado u otro).

Un texto que nos permite abordar la cuestión de la ciudadanía y su participación es el “Discurso sobre la Libertad de los Antiguos comparada con la libertad de los Modernos”, pronunciado por Benjamin Constant en el Ateneo de París en el año 1819. Constant aborda con gran lucidez la variación que se estaba dando en la forma de entender la libertad. Señala aquí este autor, ya no se entiende igual que en los antiguos, ya que estos últimos influían en la dirección del gobierno. Mientras, las sociedades modernas, con su gran extensión y población, han tenido que variar la forma en la que los ciudadanos participan en los asuntos públicos; ahora la libertad la entendemos más preciosa “cuanto más tiempo para nuestros intereses privados nos deje el ejercicio de nuestros derechos políticos”. Por esta razón los pueblos, con el fin de gozar de la libertad que les conviene recurren al “sistema representativo, [que] no es otra cosa que una organización con cuya ayuda una nación descarga en algunos individuos lo que ella no quiere hacer por sí misma”. Por supuesto,

los pueblos, que con el fin de gozar la libertad que les conviene, recurren al sistema representativo, deben ejercer una vigilancia activa y constante sobre sus representantes, y reservarse, en épocas que no estén separadas por intervalos demasiado largos, el derecho de apartarles si han equivocado sus votos, y de revocar los poderes de los que ya han abusado.

La libertad, tal como la entiende Constant, ha sido revisada posteriormente. Esta forma de libertad, sustento teórico del Estado liberal, fue variando al añadirse nuevos aspectos que debía atender y satisfacer el Estado. Ya no se trataba de un Estado que reducía su campo de actuación a la defensa de los derechos liberales, sino que se completaba con aspectos sociales (seguridad social, educación gratuita o ayuda de desempleo, por ejemplo), aunque sin renunciar a los derechos civiles (también llamados de primera generación).

2. La crisis generada por el sistema financiero

En la crisis económica que estamos sufriendo, de origen financiero, muchos han denunciado el desgobierno al que nos ha conducido un posicionamiento exclusivamente liberal (o neoliberal): los poderes públicos no han ejercido sus labores de control, puesto que el papel del Estado se ha reducido al máximo. Ante la inoperancia del Estado sólo queda que la ciudadanía ocupe el espacio vacío, vinculándose cada ciudadano al gobierno y reclamando ser tenido en cuenta en la toma de decisiones. Una ciudadanía que, curiosamente, no ha sido capaz de controlar o expulsar del poder a los causantes del entuerto, se proclama capaz de resolver la situación si se le oferta la oportunidad de decidir políticamente.

La encrucijada hacia la que nos conducen  los hechos en la actualidad supone enfrentar los nuevos desafíos que han aparecido, y que Constant no pudo imaginar. Lo que observó fue un cambio en la forma de entender la libertad, y cómo desde ese momento lo que convenía para los ciudadanos que componían los Estados-nación era diferente a una participación activa. Ahora vivimos en una sociedad globalizada, en la que la comunicación se da entre un número (que va en aumento) de personas tal que la participación no puede entenderse desde los parámetros antiguos. Algunos se llenan la boca con proclamas participativas, exigiendo, en algún sentido, formas de decisión próximas a la libertad de los antiguos. Los riesgos de una participación hipertrofiada supondrían un cambio en la forma de afectar a los asuntos políticos que el volumen de nuestras sociedades y la forma de relacionarnos no permite. En realidad participarían los mismos que han mantenido las situaciones de injusticia, puesto que las estrategias para condicionar las decisiones son lo suficientemente sofisticadas y precisas. Otra opción sería optar por canalizadores de la voluntad general, aunque la ilusión de que la participación se oriente con mandatarios capaces de interpretar deseos agregados de los ciudadanos podría desembocar en políticas reductoras de la libertad, tal y como nos muestra la historia.

 3. Conclusión

En conclusión, la libertad de los modernos quizá no sea la forma perfecta de relacionarnos, pero evaluar los países con mayor calidad de vida y relacionarlo con el desarrollo de esta libertad, primaria y liberal, sustento del pluralismo, es clarificador. El espacio de mejora para la forma en la que nos relacionamos políticamente es amplio, (Robert Dahl trata de la democracia como algo aspiracional), pero olvidar el sustento que posibilita su continuo perfeccionamiento puede ser un grave error, empezando por una educación que nos permita ser ciudadanos más exigentes.

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