Planteamientos estéticos en el Renacimiento (Parte II) – Leon Battista Alberti

Nota previa:

La Profesora María Ordiñana, del Grado en Filosofía Online de la UCV “San Vicente Mártir” de Valencia (España), ha realizado con sus estudiantes de Evolución de las Ideas Estéticas hasta el Siglo XVIII una WEBQUEST sobre arte y filosofía en el Renacimiento, cuyos vídeos se irán subiendo conforme se publiquen los artículos correspondientes en este mismo blog.

La profesora María Ordiñana presenta la webquest en  el vídeo siguiente:

Leon Battista Alberti

Un  clásico renacentista: Leon Battista Alberti, 

por Pedro Agulló Cantos

Estudiante de 2º Curso del Grado en Filosofía Online de la UCV “San Vicente Mártir”.

Este tema se presenta en el video siguiente 

Pedro Agullo sobre Leon B. Alberti

Como un clásico renacentista, Alberti parece ser el mejor espécimen de observación para entender su propia época. A través de sus concepciones entender el arte como puro reflejo del paso de la Edad Media a la nueva sociedad, pues Alberti nace, se desarrolla y muere en el quattrocento, dejando su sello personal en toda una época.

1.               Biografía de Leon Battista Alberti:

Leon Battista Alberti (Génova, 1404-Roma, 1472) fue arquitecto, teórico del arte y escritor italiano.Es, junto con Leonardo da Vinci, una de las figuras más representativas del ideal de hombre renacentista, ya que reunió en su persona todos los conocimientos y habilidades de la época: erudito, humanista, escritor, arquitecto, escultor, pintor, cortesano y hombre de mundo.

Alberti, hijo natural de un mercader florentino, se educó en Padua y Bolonia, antes de trasladarse a Roma (1432) para desempeñar un cargo en la corte pontificia.

El contacto de Alberti en Roma con los monumentos de la Antigüedad clásica dio pie a uno de sus primeros escritos: Descriptio urbis Romae (1434), primer estudio sistemático de la Roma antigua.

Ese mismo año Alberti regresó a Florencia, donde trabó amistad con los grandes artistas del momento, de Brunelleschi a Donatello y Masaccio.

Precisamente, a Brunelleschi le dedicó Alberti su tratado Della pintura (1436), en el que se describen por primera vez las leyes de la perspectiva científica, además de dar una visión naturalista del arte de la pintura.

En Florencia, Alberti trabajó como arquitecto para la familia Rucellai, con obras como el

Alberti. Palacio Rucellai

palacio Rucellai y el templete del Santo Sepulcro. Ambos basan la belleza en la exactitud geométrica de las proporciones, al puro estilo clásico. En la primera de estas obras, Alberti combinó la geometría con la superposición de los órdenes clásicos, creando un modelo muy imitado de palacio renacentista. También a Alberti se le debe la fachada de la iglesia gótica de Santa Maria Novella.

En Roma, adonde se trasladó por deseo expreso del papa Nicolás V, Alberti redactó De re aedificatoria, un completo tratado de arquitectura en todos los aspectos teóricos y prácticos. Posteriormente se desplazó a Rímini, donde construyó el Templo Malatestiano, y a Mantua, donde se le deben las iglesias de San Sebastián y San Andrés.

Estas obras, que constituyen la síntesis de los criterios arquitectónicos de Alberti, se convirtieron, junto con las de Brunelleschi, en los grandes modelos del arte constructivo renacentista. También escribió un tratado sobre la escultura (De statua) y algunas obras de perspectiva y matemáticas.

2.             Teoría artística de Alberti:

La concepción estética de Alberti se centra en la arquitectura –recordemos que principalmente se dedicó a ese arte–. Para él, como veremos a continuación, la arquitectura, como el arte en general, no sólo es pasatiempo, diversión o gusto, sino que conlleva una imponente carga de utilidad. En este sentido, Alberti iguala el arte con la artesanía: como productores de beneficios humanos. Esta rentabilidad se traduce en mejora social: el beneficio es comunitario, nunca individual.

Veamos los puntos clave de su noción de arte:

  • Relación arte-religión

Inmerso en siglos profundamente religiosos, Alberti se aleja de la religión en tanto en cuanto artista, pero no en sentido personal. Esa es una confusión habitual.

Si bien es cierto que realizó obras religiosas, Alberti nunca se guio por una teoría religiosa. Ejemplos de ello, los anteriormente citados: la Iglesia de Santa María Novella o la Iglesia de San Sebastián y San Andrés en Mantua. Él entendía que en el arte no debería regir una teoría religiosa. En las obras citadas no incorporó formas o factores artísticos religiosos, a pesar de tratarse de obras con finalidad religiosa. Insisto en que su arte fue siempre naturalista.

Asimismo, vuelve al naturalismo y abandona la concepción trascendental –en el sentido religioso– del arte. Aunque Alberti se expresase como religioso separó el arte de la religión, y no asoció la belleza al mundo trascendental, como en la Edad Media. En esa época la belleza se reflejaba en el arte, y ella nos impulsaba y acercaba a lo divino. Abandonó también la concepción absolutista de lo bello y las normas artísticas. El arte está sujeto a principios racionales y a reglas generales; y el descubrimiento de estos principios y reglas es cuestión de raciocinio e intuición y no de normas sin sujeto.

Igualmente importante es la afirmación de la actitud estética y el abandono del juicio del arte desde un punto de vista moral. Aspecto que también alejaba el arte de la religión. Las obras de arte, para Alberti, no tienen –o no deben tener– ningún efecto moralizador, es decir, normativo; sino que lo tienen descriptivo. ¿Y qué describe? Simplemente la armonía y el orden natural. Descripción que, insisto, es racional.
De modo similar, la vuelta al clasicismo es evidente. Porque se suprime la mentalidad gótica que concebía el arte como algo trascendental. El arte es lo más empírico que existe, y al igual que la ciencia, lo que se intenta es trasmitir la armonía de las leyes naturales con un método meramente experimental.

  • El artista como artesano

Cualquier artista no es mero artesano, como el carpintero; según Alberti, es más, mucho más. El mejor modelo es la arquitectura (techo y paredes dice él), que fue lo primordial para que el hombre se reuniese en comunidades.

Aunque en este caso se trate del arquitecto, fijaos en la definición que hace Alberti, en la que se aprecia la superioridad del artista sobre las demás actividades. El arte es una práctica racional que domina “las mejores y más altas disciplinas”:

«Yo voy a considerar arquitecto a aquel que con método y procedimiento seguro y perfecto sepa proyectar racionalmente y realizar en la práctica, mediante el desplazamiento de las cargas y la acumulación y conjunción de los cuerpos, obras que se acomoden perfectamente a las más importantes necesidades humanas. A tal fin, requiere el conocimiento y dominio de las mejores y más altas disciplinas. Así deberá ser el arquitecto.”

A través de la unión entre los conceptos de arte y razón hay una intensa insistencia en el humanismo, dirigida a separar a los artistas de los artesanos y a elevar su obra a la categoría intelectual. Ésta era una tendencia general en el Renacimiento, pero en Alberti iba mucho más lejos, ya que proponía que los artistas fueran considerados científicos.

  • Doble dimensión del arte

La doble dimensión en Alberti es clara: teórica-práctica, o lo que es lo mismo, intelectual-manual. Y en este sentido se enfrenta la figura del teórico, el filósofo, contra la del práctico, el artesano.

En una de sus obras más famosas, Momus sive de Principe, el personaje, Momo, propone la conjunción del “cogitare” y del “agere”. Es decir, del pensar y del hacer, cosa que, en arquitectura, viene dada por las manos experimentadas del artífice.

A diferencia de la abstracción del filósofo, de su «pura palabra», el pintor ha observado y analizado la naturaleza, extrayendo de ella sus leyes principales. Sencillamente porque el filósofo se quedará en la mera abstracción, el artista, como puede ser un pintor, ve la realidad, la abstrae y consigue llevarla a la práctica, a materializarla. El artista tiene la posibilidad de cambiar el mundo, o una parte. El filósofo, no; el filósofo se limita a explicar o describir la realidad. Es por lo que el ideal albertiano de hombre es el artista, más concretamente el arquitecto.

El proceso realizado por el artista tiene dos fases: proyectar, como proceso mental; y ejecutar, como proceso manual. Ambos procesos siempre están presentes en la teoría del arte de Alberti:

El primero, el proceso mental, dignifica el arte porque le proporciona racionalidad, algo que contradice corrientes artísticas posteriores, como la romántica, en la que el arte es irracional hasta sus máximas consecuencias.

El segundo proceso, el manual, es preciso porque el arte es materialización de ideas y eso es algo que se consigue ejecutándolas.

De modo que el arte, al ser asimismo ejecución,  trasciende el pensamiento, y en consecuencia es un proceso completo. Y, precisamente, es la estimación que otorga Alberti a una fase algo olvidada, la fase manual, que supone la verdadera creación, lo que diferencia a este autor de otros teóricos del arte.

Los teóricos del arte han reducido, por lo general, el arte a la idea, a lo que el artista quiere trasmitir, diríamos. Alberti da un giro copernicano a esta visión, y establece la categoría del acto de materializar, ensalza el objeto material.

3.             Factores del arte según Alberti:

Los factores del arte son para Alberti una serie de conceptos. Éstos deberán reflejarse en las obras de arte para considerarse como tal. Veremos a continuación los tres más importantes: concepto de armonía, concepto de mímesis y concepto de techné.

  • Concepto de armonía

En las obras de Alberti hay una clara preferencia por la armonía en el arte. Ésta se basa en el orden buscado por vía del artificio, que debe emular el orden dispuesto por la naturaleza. En efecto, la clave de la arquitectura es imitar a una naturaleza cuya ley perfecta y principal es la armonía frente al caos social. Y, precisamente, la función del artista es introducir parte del orden natural en el caos social.

Alberti extiende estas concepciones desde la arquitectura a la pintura. También en ésta hay que basarse en la naturaleza y su armonía.

Tal es la importancia que Alberti otorga al orden correcto, a la armonía, entre las partes de una figura, que en De Pictura encontramos un texto muy significativo:

«Porque un rostro que tuviera unas superficies grandes, otras pequeñas, aquéllas muy resaltadas y éstas en demasía ocultas y retiradas, como vemos en los rostros de los viejos, sería en verdad feo de contemplar».

Advertimos cómo la armonía es belleza, el orden de las partes constituye el todo perfecto que nos ofrece la naturaleza. El arte está destinado a reflejarlo.

  • Concepto de mímesis

En este línea cabe destacar el concepto de mímesis en Alberti, aunque prácticamente se intuye de lo expuesto hasta ahora. En efecto, la mímesis no se manifiesta de otra forma que como simple copia de lo que presenta la naturaleza. Todo lo que se aleje de ese orden natural es, inevitablemente, caos y, por tanto, no será bello.

Alberti contrapone la sociedad a la naturaleza. La naturaleza, repito de nuevo, representa el orden, la belleza y la armonía, mientras que la sociedad representa la artificialidad y el caos. Y todo lo que suponga alto nivel de artificialidad se aleja de la armonía natural.

La noción de Alberti oscila entre el materialismo y el idealismo, aunque se decanta más por el materialismo, ya que el arte es reflejo de la realidad. Asimismo, la actividad más elevada supone una materialización de la idea. Es por eso por lo que el artista está por encima del filósofo. En este sentido, la realidad material se revaloriza, adquiere un carácter más importante que en las concepciones artísticas del platonismo y aristotelismo predominante en la época histórica anterior. En la Edad Media la noción artística y estética predominante se vinculaba a la capacidad de trascender el mundo material. Frecuentemente se concebía el arte para acercarnos a Dios, como bien puede ser la predicación. También las pinturas y los cantos en las iglesias son un buen ejemplo. Es a partir del Renacimiento, y de forma muy decisiva con Alberti, cuando en el arte se comienza a concebir la necesidad de la materia, que es la constituyente de la naturaleza.

Podríamos advertir cómo el arte se vuelve empírico. Las formas a priori del arte se pierden, ya que se basa en la experiencia.

  • Concepto de techné o técnica

¿Cómo introducir la técnica en una concepción tan mimética como la de Alberti?, ¿cabe una técnica personal, una verdadera creación cuando el orden ya está establecido por la propia naturaleza?

El arte no sólo queda “abandonado” a la imitación de la naturaleza. Si bien es verdad que lo que debemos reflejar a la perfección es la armonía, el orden, presente en la naturaleza, también permitirá cierta libertad al artista: a la ‹‹invención›› como él mismo asegura. Es en este momento cuando Alberti enfatiza el papel de la techné como principal característica de un artista. Con ella el artista se presenta ante la naturaleza y la observa. Pero llega el momento en el que el artista tiene que trascender y abstraer el orden que establece la naturaleza. Y es la técnica la que permite al artista desarrollar su capacidad de materializar su propia abstracción.

Tal valor cobra la técnica artística que ha sido esencial a la hora de la evolución social humana. Todo, o casi todo, tiene para el genovés un origen artístico, más concretamente arquitectónico. Los edificios, las piscinas, las termas, las calles, o incluso los relojes tienen una base arquitectónica. De lo que adivinamos que la técnica (techné) tiene un destino civilizador. Función que se entiende, casi exclusivamente, para el arte de la arquitectura, por ser la actividad propia de Alberti.

4.                       Breves conclusiones sobre la obra de Alberti

Tras todo lo visto, entiendo que la creación del artista pasa por la técnica, una técnica guiada por la razón y encaminada hacia la imitación de la naturaleza. La naturaleza, para Alberti, es la única que posee la armonía entendida como orden de las partes en su conjunto.

La razón juega, pues, un papel fundamental según Alberti. Ella nos lleva a entender el cosmos armónico que presenta la naturaleza. Y más aún, nos proporciona la capacidad para materializar la idea adquirida y producir lo que es la obra en sí. Los seres irracionales –como los animales– nunca desarrollarán el arte.

En este sentido, Leon Battista Alberti representa fielmente la figura del hombre renacentista, ya que no concibe el arte fuera de la razón.

Asimismo Alberti retoma el arte clásico utilizando conceptos como el de mímesis, techné o armonía. También logra separar el arte de la religión, o al menos no reducirlo a la religión.

Pero lo más interesante de Alberti quizá sea la doble dimensión que encuentra en el arte: el valor manual, material, que se iguala a la idea, al contenido teórico de la obra.

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Catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la UCV "San Vicente Mártir". Autor, entre otras obras, de "Los Nuevos Redentores" (Anthropos, 1987), "Tecnología y futuro humano" (Anthropos, 1990) y "La violencia y sus claves" (Ariel Quintaesencia, 2013).
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jsanmartin

Catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la UCV "San Vicente Mártir". Autor, entre otras obras, de "Los Nuevos Redentores" (Anthropos, 1987), "Tecnología y futuro humano" (Anthropos, 1990) y "La violencia y sus claves" (Ariel Quintaesencia, 2013).

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